IDEAS

A más ver, Rafael

El escritor Rafael Sánchez Ferlosio, en el 2015

El escritor Rafael Sánchez Ferlosio, en el 2015 / periodico

Domingo Ródenas de Moya

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Dos escenas. 11 de noviembre de 1994: el escritor que aborrecía su novela más célebre, que había rechazado el papelón de literato, que se había refugiado en la cavilación arriscada y en la prosa más extraordinaria, al que le habían propinado el Premio Ciudad de Barcelona y el Premio Nacional de Literatura por un libro que aún hoy deslumbra, 'Vendrán más años malos y nos harán más ciegos', estaba sentado frente a mí junto a uno de los ventanales del aeropuerto. Afuera amenazaba lluvia y nuestra charla, en la que Rafael Sánchez Ferlosio se engranaba como en mecanismo de precisión, se deslizó desde los secretos del estilo hipotáctico, el libro infantil que le había regalado su padre (¿'Bertoldo', 'Bertoldino y Cacaseno'?), que llevaba consigo, hasta nuestra rutinaria manera de calificar el buen y el mal tiempo. ¿Por qué el cielo encapotado que veíamos anunciaba mal tiempo? Se encerró en un breve silencio antes de decir con su voz aflautada que para los campesinos el mal tiempo era la sequía que arruinaba las cosechas, no la lluvia que las favorecía. Nuestro buen tiempo de sol y cielo raso era el de la hospitalidad de la intemperie a nuestro cuerpo. Unos meses después, aquella reflexión improvisada dio pie a un artículo, 'Supremo bien'.

Sábado, 30 de marzo de 2019: el escritor de inteligencia encarnizada que se reía de sí mismo, a sus 91 años asistía a la última reunión de amigos en el bar El Universo del barrio madrileño de Prosperidad. Por hache o por be fueron desfilando una tras otro hasta que él se quedó solo. Así lo encontró el periodista Miguel Ángel Aguilar, que llegó tarde y lo vio allí como el reluctante pecio de un triste naufragio. Almorzaron y hablaron de las extemporáneas declaraciones del presidente de México, el anciano sabio recordó los juicios de residencia mediante los que se fiscalizaba el gobierno de los virreyes cuando terminaban su mandato y adujo autoridades sobre el tema. Luego el periodista lo acompañó a su casa, sin que ninguno pudiera saber (o igual él sí) que el tiempo se había terminado y empezaba la soledad sin calendario.

Han venido más años y nos han hecho más ciegos y más vulnerables y más adocenados. También un poco más solos y fuera hace mal tiempo.