El debate sobre los flujos migratorios

La migración como excusa

Utilizando bien las herramientas jurídicas y de derechos que ya tiene Europa será mucho más sencillo desmontar los discursos excluyentes y xenófobos

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Ruth Ferrero-Turrión

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Uno de los karmas que escuchamos, de manera reiterada, a lo largo y ancho del continente europeo, es aquel que dice que en las próximas elecciones europeas se agitará la migración como bandera para atraer un mayor número de votos. Efectivamente, cada vez de manera más recurrente el discurso sostenido sobre la amenaza que representan los flujos migratorios de toda índole para nuestras sociedades se ha convertido en una muletilla que los partidos tradicionales no son capaces de contener. Quizá por que no saben, quizá porque no quieren.

Existe una creciente presencia institucional de fuerzas políticas que representan nacionalismos excluyentes y que asocian las llegadas de las personas migrantes a una amenaza de la identidad nacional construida sobre un supuesto etnos puro. Ante ese discurso lineal y simple las fuerzas políticas, a izquierda y derecha del espectro político, no han sabido (no han querido) responder y cómo articular un marco explicativo sobre los beneficios que la movilidad humana trae a todas las sociedades. Bien a través de argumentos pragmáticos y utilitarios, bien a través de la defensa de los derechos humanos mediante la aplicación del Estado de derecho.

Discursos de corte racista

En Europa, lo cierto es que existe un problema demográfico de calado. Un factor que cada vez preocupa a las sociedades del sur y del este es el de la salida de sus profesionales jóvenes más cualificados, al tiempo que pierden capacidad atracción de otros trabajadores, bien por las trabas legales, bien por discursos políticos de corte racista que hacen inviable la incorporación de trabajadores al tejido económico. Del reemplazo o retorno de estos trabajadores va a depender en gran medida que países como la República Checa, <strong>Hungría</strong> y Polonia puedan mantener unas economías saneadas.

Sin embargo, a pesar de estas evidencias, el ruido de fondo sigue vinculando la migración al <strong>control de fronteras</strong>. Como si no hubiera quedado demostrado que ya se ha llegado al límite de eficacia en este ámbito. La irregularidad migratoria vinculada a la seguridad es un binomio que se ha impuesto en la opinión pública. Pero en lugar de reclamar una buena gestión de la irregularidad a nuestras autoridades, pedimos algo imposible en un mundo globalizado, el fin de la movilidad humana.

Gobernando mejor se podrá convencer a los ciudadanos de Europa que la migración no solo no es una amenaza, sino que es una oportunidad de mejora para todos

Expertos, funcionarios públicos nacionales y europeos están de acuerdo en que la mejor manera de gestionar los flujos migratorios no es el cierre fronterizo, sino la apertura de vías legales de acceso a los mercados de trabajo, tal y como quedó puesto sobre la mesa en la Agenda Europea de Migración (2015). En esta propuesta de la Comisión, junto con el control de las fronteras y la gestión del asilo, aparecía como punto clave y complementario de lo anterior la necesidad de abrir vías legales a los mercados de trabajo europeos. Los estados miembros solo se centraron en las políticas relacionadas con el control y la seguridad fronteriza, dando la razón a aquellas fuerzas políticas que apelan al discurso del miedo y de la inseguridad frente a la migración y, por tanto, utilizando los marcos discursivos puestos a su disposición por los actores más radicales.

La única ventana de esperanza se abrió cuando el Gobierno de Pedro Sánchez quiso romper con esta tendencia en la UE y aceptó la recepción del<strong> 'Aquarius'</strong> en territorio español. Lamentablemente, este golpe de timón simbólico se quedó en eso, en lo simbólico. No ha habido más hechos, discursos o políticas que hayan hecho albergar cualquier esperanza de construir una Europa de los derechos en lugar de una Europa fortaleza. Ante los que apelan a una UE como un oasis de derechos, no tenemos más remedio que responder, sí, pero limitados y no universales. Ante los que hablan de una Europa sin fronteras, respondemos, sí, pero solo para algunos.

El miedo a la migración tiene que dejar de ser una excusa para no hacer nada o peor, para generar un sentimiento de inseguridad en nuestras sociedades. Quizá sería necesario construir desde premisas diferentes, como la inevitabilidad de la migración en un mundo globalizado y la necesidad de gobernarla de la mejor manera posible. O desde el garantismo jurídico y la exigibilidad del cumplimiento del Estado de derecho. Seamos constitucionalistas y europeístas. No es necesario modificar o crear herramientas nuevas, simplemente utilicemos las existentes de manera adecuada. De esta manera será mucho más sencillo desmontar los discursos excluyentes y xenófobos y convencer a nuestros conciudadanos de que la migración, no solo no es una amenaza, sino que es una oportunidad de mejora para todos.