ANÁLISIS
El humor letal de Messi
Albert Guasch
Periodista
Albert Guasch
Contó Gerard Piqué en el ameno compadreo de 'La Resistencia' que Leo Messi "es bastante troll", que se entendió como practicante de un sentido del humor muy irónico y punzante, de entrar hasta el fondo. "Tiene un humor de los jodidos, de los que duelen, de los que te dejan tocado, faltando para mal", dijo con la hipermotivación del plató. Como su fútbol, se diría. Messi hace daño a todos. Ayer le tocó al Espanyol. Como tantas otras veces.
El argentino dejó tocado a los blanquiazules con una falta distinta. En lugar de una bola de cañón disparó una pluma que sobrevoló y se coló en la portería entre un frustrado Diego López y un desorientado Víctor Sánchez. Messi genera un estado de alarma, de advenimiento de catástrofe, cada vez que dispone de un balón parado cerca del área. Se intentan medidas novedosas para evitar un hundimiento. Pero no se ha creado aún un escudo efectivo ante las balas del argentino. Quizá hay que trasladar la cuestión a los inventores de Sillicon Valley.
Las maledidencias
Con bala disparó también en su airada intervención en la radio argentina, en la que discutió las maledicencias de la parroquia más corrosiva de la selección. Uno se imagina una nueva sarta de palabrotas ante los aparatos de ese grupo de excéntricos sin gracia al ver la inspiración de su estrella con la camiseta azulgrana. Y una nueva colección más al escuchar la actitud de la grada del Camp Nou, coreando su nombre con reiteración. Unos lo matan sin piedad, reyes del troll, y aquí se le ama incondicional e infinitamente. La vieja historia.
"El que no me quiere, me va a tener que seguir aguantando un poquito más", desafió nuestro dios a los de más allá del Atlántico en esa entrevista radiofónica. Qué raro suena eso. Imaginar que puede haber gente que apoya a su equipo o selección y no desea a Messi... Parece un ejercicio de autolesión, de inmolación, un impulso necio. Sería comprensible que no quisieran aguantarle ni un poquito más los seguidores del Espanyol. O los del Madrid, tan volteados recientemente en el Bernabeu, como recordó Piqué a su manera. Está claro que la sociedad futbolística argentina es distinta. Y es evidente que Messi, lo constató de nuevo en esa entrevista, se ha apoderado de una voz potente, tan autoritaria y autorizada como su manera de jugar.
Calma chicha
Más allá del crack argentino, el Barça galopa hacia el título y no fue el Espanyol más que una piedrecita en el zapato de la que se deshizo en cuanto encontró las ganas de agacharse, desenredar el nudo y volverse a calzar. No fue un derbi volcánico, a pesar de que los entretenimientos catódicos de Piqué pudieron insinuar otra cosa. Calma chicha. A todos los niveles, en particular sobre el terreno de juego. Al partido le faltó sal. Hasta que irrumpió el de siempre.
Valverde, el hombre precavido, renunció, como mandan los cánones, a dar nada por ganado. "De momento, vamos a seguir". Y queda bastante, en particular en Europa. Es donde tiene la cabeza la parroquia azulgrana. Donde espera que Messi haga daño un poquito más. Es fe en lo infalible.
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