Pequeño observatorio

Cuatro notas que vienen de aquel tiempo

El franquismo triunfante imponía costumbres, también en la escuela. Y tengo que decir que los Escolapios entonces eran un punto liberales

Gimnasia en una escuela franquista, en el año 1957.

Gimnasia en una escuela franquista, en el año 1957. / periodico

Josep Maria Espinàs

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Recuerdo que hace muchos años me encontré en la calle a un señor que en tiempos aún más remotos habíamos sido condiscípulos cuando hacíamos el bachillerato en la calle de la Diputació, donde había una sede de los Escolapios.

Éramos dos hombres jóvenes y no podíamos explicarnos casi nada. Quizá es que había pasado demasiado tiempo y todavía se vivía una posguerra que no se podía decir que fuera estimulante. Solo supo aparecer la sorpresa mutua. "¿Qué me dices, qué eres? ¿Qué estás haciendo?"

A los Escolapios habíamos hecho el bachillerato de la época, que si no me equivoco duraba siete años. El franquismo triunfante imponía costumbres. También en la escuela actuaba el franquismo.

Los sábados por la tarde los alumnos formaban en el patio. Como si fuéramos soldados. En la galería interior se ponían las banderas: la española, la falangista y la del Requeté.

Con la religión pasaba algo parecido. Rezábamos el avemaría antes de comenzar la clase. Periódicamente íbamos a la iglesia -de hecho, a la capilla- a confesarnos.

Y tengo que decir que los escolapios entonces eran un punto liberales, comparados con otros centros que eran famosos por la severidad en la disciplina.

Como se comprenderá, yo no puedo ser un testigo aceptable de las formas de la escolarización actuales. Ya mis hijos, los años 70, vivieron una escuela diferente. Es seguro que hasta ahora se ha mejorado mucho. Y uno de los aspectos fundamentales es que ha desaparecido la excesiva rigidez.

Y otra idea que me parece que la escuela en Catalunya ha integrado plenamente: la cultura siempre ha crecido con la aceptación de la diversidad. A la escuela -siempre ha sido así- se va a aprender cosas. Podríamos discutir cuáles.

Pero ahora quiero recordar una sentencia de Sócrates que ha tenido mucho éxito: "Solo sé que no sé nada". Parece un juego de palabras, pero en ciertas ocasiones no saber nada, estar fuera de un proyecto, de una discusión, no saber nada es una actitud de prudencia o simplemente de suerte. También una gran arma defensiva puede ser decir "no sé nada". Proclamada la ignorancia puede evitar fatigosas discusiones.