EN CLAVE EUROPEA

La UE ante el desafío de China

El presidente Emmanuel Macron (centro), flanqueado por la cancillera Angela Merkel (derecha) y el presidente chino Xi Jinping.

El presidente Emmanuel Macron (centro), flanqueado por la cancillera Angela Merkel (derecha) y el presidente chino Xi Jinping. / periodico

Eliseo Oliveras

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El acuerdo suscrito por Italia el 23 de marzo para sumarse a la Nueva Ruta de la Seda china muestra el poder de Pekín, que ha captado para su proyecto estratégico a un estado clave de la Unión Europea (UE) y miembro del Grupo de los siete países más avanzados (G7). También revela la debilidad político-económica de la UE y la incapacidad europea de favorecer las inversiones que necesita Italia y que le proporcionará Pekín. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) china es un instrumento geoestratégico que puede servir a Pekín para tejer un nuevo orden multilateral a la medida de sus intereses si la UE no defiende los europeos, como señala el veterano diplomático Pierre Vimont.

China prioriza para penetrar e influir en la UE las crecientes relaciones comerciales, las compras de empresas y tecnología, la financiación de proyectos de infraestructura y una política apaciguadora de pedidos multimillonarios, como la compra de 300 aviones Airbus por 30.000 millones de euros el 25 de marzo durante la visita del presidente chino, Xi Jinping, a su homólogo francés, Emmanuel Macron, en París.

A esto se suma, la institucionalización desde el 2012 de vínculos políticos privilegiados de Pekín con los países de Europa Oriental y los Balcanes, a través del organismo de Cooperación China-CEEC, conocido como 16+1. Pekín ha utilizado esta plataforma para lograr intensos contactos políticos bilaterales, incrementar el comercio a su favor y consolidar su influencia mediante la financiación de infraestructuras. En las cancillerías occidentales se ve el sistema 16+1 para profundizar las divisiones internas europeas y obstaculizar una UE más fuerte. Por ello, China prioriza las relaciones bilaterales con los diferentes estados europeos, diseñadas a la medida de cada uno de ellos, en detrimento de la UE como tal.

Incremento intercomercial

China es el primer suministrador de importaciones extracomunitarias a la UE (20% del total) y es el segundo destino de las exportaciones de los países europeos fuera de la UE (11% del total), según Eurostat (2018). Los intercambios comerciales UE-China fueron el año pasado de 605.000 millones, el 15,4% del comercio extracomunitario de la UE, un porcentaje que se ha triplicado desde el 2000.

Las inversiones directas chinas en la UE ascendieron a 17.300 millones en el 2018, el 40% menos que en el 2017 debido a la menor inversión exterior china y al mayor control europeo sobre la compra de empresas, según el informe del Mercator Institute for China Studies. No obstante, el total acumulado de inversiones directas chinas en la UE ronda ya los 150.000 millones. Durante el 2018 pasaron a manos chinas, entre otros, Sinclair Pharma, Biotest, la Banque Internationale à Luxembourg (BIL) y el Saxo Bank.

Después de años de pasividad y desprotección de los intereses estratégicos europeos en aras de una defensa ciega del libre mercado, la responsable de la diplomacia de la UE, Federica Mogherini, y la Comisión Europea presentaron el 12 de marzo una nueva estrategia para que las relaciones económicas con China se rijan por “unas condiciones más equilibradas y recíprocas”, tras reconocer que China es “un competidor económico” y un “rival” político.

Control portuario

La nueva estrategia busca corregir que las empresas chinas, públicas o privadas con respaldo financiero público, puedan seguir adquiriendo compañías, patentes tecnológicas e infraestructuras europeas sensibles, mientras las compañías europeas tienen vetada la actividad en China en determinados sectores y en otros son obligadas a ceder tecnología para operar. La UE, por ejemplo, ha dejado que China haya comenzado a controlar sus puertos: El Pireo, Valencia y Zeebrugge, además de porcentajes muy significativos en otros nueve, a los que sumarán ahora más puertos italianos.

La UE reconoce el desafío que supone el plan Made in China 2025, adoptado por Pekín en el 2015 para convertirse en el líder global en alta tecnologíaMade in China 2025 y que cuenta con una inversión pública inicial de 270.000 millones. Pero la UE, debido a sus autoimpuestas restricciones presupuestarias, dedica a la inversión fondos insuficientes. El apoyo público al plan Made in China es cuatro veces superior a los 77.000 millones previstos en el programa europeo de siete años de investigación y desarrollo Horizonte 2020. La UE no sólo invierte poco ante sus retos mundiales, sino que además se autoengaña, como señaló en enero el Tribunal de Cuentas Europeo. En su informe, destacó que se habían exagerado las inversiones logradas gracias al Plan Juncker (371.000 millones), porque una parte de las operaciones contabilizadas ya estaban previstas en el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y en los fondos europeos y solo cambiaron de etiqueta.