EL CIERRE

Aburrirse no es un drama

El argumento del espectáculo se usa para justificar la creación de competiciones en las que no tengan cabida los equipos humildes

Solskjaer, técnico del United, celebra el triunfo de su equipo ante el PSG en la Champions

Solskjaer, técnico del United, celebra el triunfo de su equipo ante el PSG en la Champions / periodico

Axel Torres

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Vivimos en una era que no tolera el aburrimiento. Los hábitos de consumo audiovisual han moldeado los productos que se nos ofrecen hasta el punto de acostumbrar a nuestro cerebro a la constante necesidad de recibir estímulos nuevos. En la cultura del Youtube, un libro es denso, largo y pesado, y ante cualquier atisbo de tedio no hay mejor remedio que consultar la pantalla del teléfono para comprobar si hemos recibido algún whatsapp nuevo en los últimos dos minutos o si a alguna de las cuentas de Instagram que seguimos le ha dado por subir una foto reciente que pueda llenar el vacío de un instante de inactividad. Hoy nos da más pereza quedarnos sentados durante una hora sin hacer absolutamente nada –contemplando, meditando y nada más- que irnos a correr unos cuantos kilómetros. Que no ocurra nada es nuestra peor pesadilla.

Ocurre también en el fútbol. La posibilidad de recibir los momentos más destacados de los partidos y reproducirlos en cualquier instante está reduciendo el consumo de los noventa minutos íntegros. Sólo los devoramos enteros si el equipo que juega nos interesa muchísimo. Todo ello nos lleva a infravalorar la importancia de los procesos y a exagerar el valor de lo llamativo. Los mediocentros que lo hacen todo bien pero no marcan goles pasan desapercibidos para el público neutral que no tenga inquietudes tácticas muy desarrolladas.

Pero, por encima de todo –y es aquí donde quería llegar-, esta era que no tolera lo discreto nos empuja a exigir que cualquier espectáculo que consumamos sea sublime. Y parece que nos dé derecho a despreciar y excluir todo aquello que no nos va a llenar de diversión. Lo volví a escuchar esta semana durante el Malta-España y se va a usar como argumento para justificar la creación de una Superliga cerrada: “los partidos contra equipos malos sobran porque no son atractivos”.

Y este es uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos: se está construyendo el discurso que legitimará la creación de una estructura de competiciones en el fútbol que deje sin espacio y lugar a los más débiles sólo para evitar que los espectadores nos aburramos. Esto es peligrosísimo.

Un juego para entretener

Conviene recordar que este juego llamado fútbol no se inventó para entretener a los observadores neutrales ni para recaudar grandes sumas de dinero gracias a su ingreso en esto que llamamos la industria del espectáculo. Su intención fundacional era entretener a los que lo jugaban y sus primeros espectadores fueron los amigos, familiares y miembros de la misma comunidad que los que estaban en el campo.

Acudían al estadio a apoyar a su gente y no iban a buscar allí la belleza y la emoción. A nadie se le ocurría entonces pensar que determinados equipos no eran dignos de participar en los torneos porque no entretenían. Si querían participar, se apuntaban. Y si se clasificaban para ello, jugaban contra los mejores. Y si perdían por goleada, se iban a su casa y esa ronda previa servía para lo que sirven las rondas previas: para configurar las fases finales.

No es ningún drama que un señor se aburra viendo la tele. El drama sería que a un equipo le prohibieran participar en un torneo en el que siempre ha participado por miedo a que el señor que ve la tele se aburra.