Análisis
Cuando sigue perdiendo el factor trabajo
Josep-Francesc Valls
Catedrático de la URL
Josep-Francesc Valls
La reacción al aumento del salario mínimo interprofesional (SMI) de 735,90 euros a 900 euros mensuales, impulsada por los socialistas a finales de año, cumple octava en los dos primeros meses del 2019. En este corto periodo, la creación de empleo se ha desacelerado. Resulta una perspectiva excesivamente corta para avanzar conclusiones, pero representa un mal precedente. Por dos motivos. El primero porque, al verse obligados por el Gobierno a pagar más a esos 2,5 millones que cobran el salario más barato, los empresarios se estarían vengando de la medida a base de ralentizar las nuevas contrataciones. Y el segundo, porque ocurre en un entorno europeo que no favorece para nada el ritmo de nuevos puestos de trabajo. En efecto, a lo largo de los cuatro últimos años se estaban generando unas 500.000 nuevas ocupaciones fijas al año, mientras que las previsiones para éste y el que viene se situarían bastante por debajo de los 400.000 (Funcas, 2019).
Equilibrio, equilibrio
Los salarios de los trabajadores, los beneficios de las empresas, la productividad y el nivel de vida se encuentran en tensión permanente. Los dos primeros vectores responden a apegos distintos, que no deberían contraponerse; los dos últimos, al interés general. En determinados momentos de los ciclos económicos, los cuatro se distancian y tensionan, pero una economía dinámica y social tiende a equilibrarlos lo antes posible. Pues bien, desde 1980 las rentas del trabajo van perdiendo cuota respecto a las del capital. A partir de la crisis de 2008, la aceleración ha sido estrepitosa. Si entonces representaban el 50% del PIB, en la actualidad alcanza el 46%. Mientras tanto, las rentas del capital han engordado hasta el 43%. La transferencia de la masa salarial a los beneficios de las empresas se ha convertido en una sangría. A pesar de la desaceleración de los últimos meses, la productividad se incrementa entre el 2% y el 3% desde 2015 (BBVA Research, 2018).
¿Qué ocurre con el nivel de vida? Los sindicatos se quejan de que la recuperación salarial frente a los IPC ha quedado ad calendas grecas. Contando con el aumento del salario mínimo –uno de los más bajos de UE-, nadie garantiza en años el reequilibrio. La dialéctica entre los salarios y los precios ha reducido en diez años el 3% de los ingresos de los trabajadores españoles (Confederación Europea de Sindicatos, 2019)
Para entendernos. Hoy se produce lo mismo que en 2008, pero con dos millones de puestos de trabajo menos, con una precariedad laboral consistente, con unos grandes desniveles salariales –por género, por edad, por ejemplo-, y con un ahorro por parte de las empresas de unos 30.000 millones de euros en salarios. El factor laboral pierde doblemente: ante el capital y en los ingresos.
Todo se fabrica más barato. Se reducen los costes de los factores productivos, sobre todo, el laboral. El talento, cada vez más reclamado, es peor pagado. Ganan los consumidores comprando más por menos, y también el capital que mejora su rentabilidad. Este modelo facilita el aumento de las desigualdades, mientras aprieta la era digital.
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