La clave
De líderes y referéndums
Cameron, May, Mas, Puigdemont, Torra... Cuando se da la voz al pueblo por interés partidista y abusando de las falsedades, las consultas devienen trituradoras de liderazgos
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Érase un vez un gobernante en apuros que para disimular sus flaquezas decidió dar un salto mortal. Los recortes de los servicios públicos habían desatado protestas, alentado disturbios y hundido su popularidad, así que no tuvo mejor ocurrencia que desviar la atención llamando a la ciudadanía a una consulta. Como quiera que el veredicto de las urnas fuera de su agrado, el mandatario convocaría elecciones para sacar tajada.
Hete aquí un jefe de Gobierno que, rehén de sus ínfulas y ávido de poder, decidió doblar la apuesta y conminó a sus conciudadanos a plebiscitar la independencia. Todo o nada. Con el grueso de la opinión publicada bailándole el agua, el resultado estaba cantado. Aquella era su arma secreta para sojuzgar a conmilitones y laminar a adversarios. Pero el desenlace no fue el esperado, de modo que el amado líder acabó destronado.
Quien entonces tomó el relevo al frente del Ejecutivo se topó con un desafío endiablado. Debía implementar el resultado de una votación convocada como vinculante, pero se trataba de una misión imposible. Era de tal magnitud el abismo entre las expectativas mendazmente inoculadas en la ciudadanía y la realidad, que ninguna salida resultaba políticamente transitable. Y todas eran lesivas para el pueblo.
EL PURGATORIO DE LOS TRAIDORES
Cabía la opción de dirigirse a la nación para confesar sin tapujos que la campaña del referéndum se había basado en mentiras y exageraciones, que la tierra prometida era en verdad un cenagal. Quien desvelara el engaño, masivo y continuado, prestaría un alto servicio al país, pero al precio de verse despojado del poder y acabar en el purgatorio de los traidores. De ahí que nadie osara protagonizar tal gesta.
Esta podría ser la historia del taimado David Cameron, que ganó el referéndum en Escocia y feneció con el del 'brexit'. O del astuto Artur Mas, de la apoteosis del 9-N a la papelera de la historia. O del ilusionista Carles Puigdemont, ideólogo del 1-O como vía de escape y hoy confinado en Waterloo. O de la empecinada Theresa May, (pen)última víctima de veleidades ajenas. O del vicario Quim Torra, fiduciario de una patrañaQuim Torra que se resiste a desmontar.
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