Opinión | Editorial
Bloqueo en la crisis venezolana
Pese a la resistencia de Maduro es muy arriesgado decir que al chavismo le queda camino por recorrer, porque la sombra de Washington es muy alargada
Transcurridos dos meses desde que Juan Guaidó se autoproclamó presidente encargado de Venezuela, la situación en el país ha quedado bloqueada sin que ninguna de las partes enfrentadas haya logrado ventajas significativas sobre el terreno. Los vaticinios acerca de la progresiva decantación del Ejército no se han cumplido a pesar del goteo de deserciones que coincidió con el cierre de fronteras para cortar el paso a los convoyes de ayuda llegados a Colombia y Brasil. Tampoco ha ido en aumento la presión internacional después del reconocimiento de Guaidó por más de 50 países después de hacerlo Estados Unidos, y el nombramiento del halcón Elliott Abrams para ponerse al frente de las operaciones de acoso al régimen de Nicolás Maduro no ha desdibujado la oposición latinoamericana a una intervención militar en suelo venezolano.
Lo que sí ha sucedido a raíz de la detención de Roberto Marrero, hombre de extrema confianza de Guaidó, es que se ha concretado en el campo chavista algún indicio de división interna entre los partidarios de una resistencia modulada (el grupo de fieles a Maduro) y el de los que promueven una resistencia agresiva (Diosdado Cabello y su entorno). Diríase que detrás del arresto se halla el núcleo duro del régimen y detrás de la permisividad que ha permitido regresar a Guaidó a Venezuela se encuentran los allegados al presidente en ejercicio. Pero esta división está lejos de aclarar siquiera aproximadamente qué deparará el futuro, al tiempo que una calle dividida y permanentemente movilizada no emite señales de agotamiento.
A raíz del episodio de los apagones generalizados, que agravó dramáticamente la crisis de subsistencias, se creyó que el experimento bolivariano se dirigía inevitablemente hacia su fin. Lo mismo se pronosticó antes con la caída alarmante de las exportaciones de petróleo, las sanciones impuestas por Estados Unidos y otros quebrantos, numerosos y variados, soportados por la población. Nada de lo esperado sucedió y los herederos de Hugo Chávez siguen en sus puestos mediante una represión selectiva y un apoyo en la calle seguramente mayor del que la oposición había estimado. Aun así, es muy arriesgado deducir de estos datos que al chavismo le queda camino por recorrer, porque la sombra de Washington es muy alargada y seguirá proyectándose sobre Caracas.
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