El tablero político catalán

La bajada del 'procés' y las elecciones del 28-A

Estamos en una tregua propiciada por la ley de los altibajos de la que no se escapa ni un conflicto de larga duración

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Xavier Bru de Sala

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Montaigne no se cansaba de aleccionarnos sobre el carácter variable y cambiante de la existencia: «La vida es ondulante». Tolstoi observa cómo, de manera invariable, sin una sola posibilidad de excepción, la historia funciona a base de flujos y reflujos, como las olas. Pues bien, la ola independentista llegó al punto más encrespado en octubre del 2017. Por mucho que algunos crean que ascendemos por un plano inclinado que conduce hasta la cumbre, en realidad bajamos hacia el seno de la ola. Oponer resistencia es una forma tan fatigante como tal vez imprescindible de malgastar unas energías que se demostraron escasas, además de muy mal dirigidas.

Tal vez servirá a algunos de consuelo y a otros de esperanza la constatación de que la otra ola, la reactiva, la levantada por el ‘antiprocés’, que tuvo su punto máximo de elevación en las semanas que siguieron al 1-O, aún decae más. En el momento de máxima confrontación, las elecciones forzosas de diciembre del 2017, la correlación de fuerzas se decantó a favor del soberanismo pero no de una manera rotunda. Ahora nos encontramos ante un doble cambio de ciclo. Empiezan, prosiguen, imparables, los descensos.

En el 'modo resistente'

Los surfistas realizan equilibrios y piruetas para evitar ser revolcados bajo la cresta espumosa que los amenaza. Por ello, el Govern de Quim Torra se guarda como gato de escaldarse de convocar elecciones y se guardará de desobedecer. Por eso los líderes de Ciudadanos no paran de ensayar numeritos estrambóticos como el de Inés Arrimadas en Waterloo, porque pretenden convencer a su electorado del falso supuesto de que la unidad de España corre un peligro inminente. Por eso sus competidores de la derecha les imitan, porque no les conviene reconocer que el independentismo ha cambiado el 'modo ofensiva' por el 'modo resistente', aunque sea para volver a intentarlo con más empuje.

Lo primordial es contener, en lo posible, las hemorragias electorales. En ello están los independentistas, en Cs y en los 'comuns'

Nos espere o no una nueva confrontación, que si llega será sin duda más dura que la vivida, o la retrase un armisticio, es evidente que estamos en una tregua propiciada por la ley de los altibajos de la que no se escapa ni un conflicto de larga duración. Tanto si no se llega a producir como si fracasa el intento de solución acordada que quizá tengamos a la vuelta de la esquina, se levantará una nueva ola con posibilidades de transformación del mapa político y social. Hoy por hoy, nadie puede predecir cuántos años faltan, pero se precisa mucha miopía para creer que la ola que ya declina aún sube. La misma que se necesita para creer que es la última. No es miopía sino impostación, mensajes interesados, a ver cuántos incautos pican.

Lo primordial es contener, en lo posible, las hemorragias electorales. A esto se dedica el independentismo, a eso se dedica Ciudadanos y a ello se dedican los Comuns. Por orden de pérdidas previsibles, el máximo riesgo es para los Comuns. Su revuelta frustrada, la ola que se levantó de manera casi simultánea a la independentista contra el incremento de la desigualdad, ha servido a la vez de aliado y de barrera del ‘procés’. De aliado en la defensa de una sociedad y un país más justos y de barrera contra las aspiraciones a asumir las cotas imprescindibles de soberanía que permitirían construirlo. El tsunami que debía cambiar España, y de paso, sin despeinarse, la relación con Catalunya, es hoy un refugio de decepcionados sin expectativas. Los trasvases que sufrirá la marca catalana de Podemos se repartirán entre los socialistas y los republicanos.

La especialidad de resistir del catalanismo

En las generales del 2016, Ciudadanos quedó en último lugar en Catalunya con solo cinco diputados. En cambio, en las excepcionales del 21-D arrasó. El 28-A también experimentará, en relación con el 2017, un retroceso importante en forma de votos que volverán al PSOE y al PP. Este mismo reflujo puede afectar al independentismo, incluso más que las divisiones internas, si bien no de forma dramática: la gran especialidad del catalanismo es resistir (con permiso de Torra que aún no ha aprendido). De todos modos, los múltiples reflujos favorecen a Pedro Sánchez, que recibirá votos de confianza y votos útiles antitripartito de derechas.

Las cifras demostrativas y definitivas del cambio de ciclo, las llamadas a medir hasta qué punto es constatable, son las totales de la suma del bloque del cambio (Podemos, ERC y CDC en el 2016) y la del bloque del status quo (PSOE, PP y Cs). En las últimas elecciones quedaron así: 29 por el cambio y 18 por los inmovilistas. No es muy arriesgado prever que la cifra de 29 disminuirá en favor de la de 18. Tampoco que más adelante el inconformismo volverá a crecer. La vida es ondulante. Los procesos también.