Dos miradas

Fin de fiesta

El lamento por esa insoportable represión que aseguran que sufre Catalunya es el único pegamento que aún aglutina lo que queda del 'procés'

La Sala de Plenos del Tribunal Supremo durante el juicio del procés

La Sala de Plenos del Tribunal Supremo durante el juicio del procés / EFE / EMILIO NARANJO

Emma Riverola

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La fiesta acabó. Consiguió ilusionar a cientos de miles de personas en tiempos difíciles. Los balcones lucían un sueño de ‘estelades’, y los políticos decían que era posible. Aseguraban que la materialización de aquel anhelo sería un reflejo de las diadas festivas y multitudinarias. Pero el sueño se fue poniendo feo. El juicio progresa. El delito por rebelión se diluye, no hubo alzamiento ni violencia explícita, pero el escenario tiene algo de paisaje después de una batalla. Desolación ante tanta torpeza, ante tanta insensatez. Irresponsabilidad, dijo Trapero. Fuera del Tribunal Supremo sumamos derrotas. El sainete de los lazos de Torra (¿estará buscando una inhabilitación y acabar con tanta incompetencia?), las agrias purgas de Puigdemont (nunca debió elegir Waterloo), la incapacidad para hacer balance de daños y fuerzas y trazar un plan realista que sirva de bálsamo para una sociedad herida…

El lamento por esa insoportable represión que aseguran que sufre Catalunya es el único pegamento que aún aglutina lo que queda del ‘procés’, pero, ante el devenir del juicio, ante el cúmulo de imprudencias, mentiras y torpezas, surge un interrogante: ¿qué hubiera ocurrido si no se hubiese decretado ese 155 que tanto han reprobado? ¿Quién habría comparecido ante los medios para confesar el espejismo? La desconfianza entre ellos les condujo a una DUI ‘fake’, cuesta creer que tuvieran arrestos para anunciar el fin de la fiesta.