Recuerdo de un amigo
Enrique de Hériz
Volveré a leer 'Mentira', la mejor de tus novelas, para aprender, e intentaré apegarme al salvoconducto que usabas para vivir: escritura honesta y amor desinteresado en todas sus variantes
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
Tengo la radio puesta en casa a todas horas por escuchar voces, porque el parloteo constante atenúa al menos la sensación de vacío e irrealidad, de estar metida en una campana de vidrio. Sería imposible escuchar ahora a Chet Baker, Van Morrison o alguno de los discos que tanto te gustaban, como escribir de otro asunto que no fuera tu dolorosa desaparición, hace diez días, a los 55 años recién cumplidos. Vaya faena, Enrique. Novelista audaz, traductor con un oído finísimo para el inglés y el castellano, profesor brillante y sobre todo, sobre todo, excelente amigo y todos los lazos de afinidad y parentesco que puedan consignarse a continuación. Creo que no lo hemos dicho bastante: puto cáncer.
Era diciembre cuando nos vimos en la que iba a ser la última vez, sin saberlo, con otro buen amigo, Óscar López, en un restaurante cerca de tu casa. Estabas casi tan parlanchín como siempre, comiste con apetito, y durante la sobremesa sonó, como una lluvia fina y lejana, de esa que no moja, el eco de la muerte, su posibilidad. No importa cuán larga sea una vida, decías, sino haberla vivido intensamente y en plenitud. Y lo que son las cosas, Enrique; tú, que te quedaste huérfano a los 11 años, que supiste muy temprano que la muerte es la única certeza, nos dejas cojeando a unos cuantos, con parecida sensación de orfandad, de atraco a mano armada. Me parece ver ahora tu sonrisa acompañando un comentario burlón, con esa retranca amable tan tuya, por el tono solemne y un poco cursilón con que vienen impregnadas estas líneas. Lo intentaré de otra forma: volveré a leer 'Mentira', la mejor de tus novelas, para aprender, e intentaré apegarme al salvoconducto que usabas para vivir: escritura honesta y amor desinteresado en todas sus variantes.
En estos días, el editor Pere Sureda, tu amigo del alma, me ha descubierto a tu poeta de cabecera, el argentino Roberto Juarroz. De alguna manera, leerlo es estar contigo, como si algunos versos los hubiese escrito para ti: “Hay vidas que duran tres instantes:/ su nacimiento, su muerte y una flor”. Sí, ciertas almas son flores imperecederas.
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