EL CIERRE

La batalla del futuro

Las federaciones debaten cómo serán las grandes competiciones en los próximos años y a los excluidos no les quedará más remedio que organizarse

La afición del Rayo protesta por los horarios.

La afición del Rayo protesta por los horarios. / periodico

Axel Torres

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La FIFA ha aprobado su nuevo Mundial de Clubs sin el apoyo de la UEFA ni de los grandes clubs europeos. Al mismo tiempo, la UEFA discute con la ECA cómo debería ser el futuro de una Champions cuyo parecido con la vieja Copa de Europa será ya absolutamente inexistente. Son tiempos de cambios, más trascendentes de lo que parecen. No está en juego cómo serán los torneos que nos van a entretener: está en juego el marco que va a definir quién se va a debatir entre existir o no existir. Que no es poca cosa.

Va a ser una batalla durísima, probablemente más intensa que cualquiera que se vaya a librar en un césped. Aunque es innegable que la posición de poder la tienen aquellos que asisten a reuniones en despachos, el papel de los aficionados y el de los medios de comunicación va a ser fundamental para acabar decantando la balanza entre los objetivos de máximos de los clubs poderosos y una solución más equilibrada que no acabe de contentar completamente a nadie pero que al menos mantenga con vida a todo aquel al que le apetezca formar parte del mundo del fútbol profesional.

La Liga en breve

Pensemos en España. Nos explican que la gran mayoría de la población es del Barça o del Madrid, y que si encima sumamos al Atlético a la ecuación, cualquier programa de televisión o radio que pretenda tener audiencia debe dedicar gran parte de sus contenidos a esos equipos. Puede que sea verdad, pero menos de lo que hemos asumido.

¿Qué ocurriría en Bilbao, Valencia o Sevilla, por citar tres ciudades muy grandes que son fundamentalmente de sus equipos y que constituyen un territorio hostil para los gigantes de fuera, si de repente sus clubs quedaran excluidos de esa Superliga que nos venderían como la panacea y les forzaran a conformarse con una liga nacional de segunda fila a la que los transatlánticos acudirían prácticamente con sus filiales? ¿Alguien cree de verdad que todas esas hinchadas –y las demás, claro- aceptarían de buen grado que el espectáculo a consumir los fines de semana pasara a ser ver al Barça, al Madrid y al Atlético por televisión y tener que esperar a que fuera miércoles por la noche para ir a su campo de siempre a presenciar partidos que de repente aparecerían solo en los breves de los periódicos?

Los excluidos, los afectados de verdad por la nueva sociedad de clases con fronteras insalvables entre marcas globales y equipitos de provincias, serían muchos. Suficientes como para, si se agrupan y se organizan, hacer tambalear esta nueva gallina de los huevos de oro.

Asociación Internacional de Olvidados

Pensemos en Europa. En la suma de Sevillas, Bilbaos y Valencias de Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Portugal, Países Bajos, Rusia, Turquía… La ECA aún cuenta con el apoyo de clubs de nivel medio e incluso modestos que entienden que saldrán más beneficiados al abrigo de las potencias, pero cuando los planes de estas se hagan realidad esa unidad artifical saltará por los aires. Urgirá entonces la creación de una especie de Asociación Internacional de los Olvidados. Y quizá entre todos ellos puedan sumar más aficionados que los equipos grandes y combatir de verdad sus chantajes inaceptables.