La tenencia de armas

La pistola de mi tío

Los propagandistas astutos nos quieren arrastrar a debatir sobre sus propuestas más estúpidas

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fcasals47442914 leonard beard la pistola 22 03 2019190321181137 / LEONARD BEARD

Juan Soto Ivars

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La otra mañana mañana, un email esperaba agazapado para dejarme tieso. Me invitaban a participar, cobrando, en un debate sobre “el derecho a llevar armas”. Me pregunté con perplejidad si me habría despertado en Estados Unidos. La productora proponía, como ejemplo, una lista de argumentos a favor y en contra. La “legítima defensa” estaba entre las razones a favor y sospeché que el país donde me había despertado podía ser la violenta Colombia. Pero una búsqueda en Google me devolvió a España.

Resulta que cierto líder de cierto partido trol, y apuesto ahora mis barbas a que hablamos de un líder con microfalosomía, había dicho que van a proponer que los españoles “de bien” podamos tener armas en casa, y que nos deberían garantizar el derecho a disparar a cualquiera que se nos cuele en la vivienda. Es decir: que podríamos, tócate los pies, aplicar la sentencia y la pena, como el Juez Dred, y que para un supuesto asaltante de viviendas no es mala cosa, incluso, la pena de muerte. ¡Nada menos! Leí asombrado unas cuantas noticias, me acerqué remolonamente a la fuente (una revista de cazadores) y después regresé al correo. No tuve que pensármelo para renunciar a participar en esta tertulia, ni para recomendar a la productora que elijan, si puede ser, otro tema para lucrarse a costa del alma de la audiencia.

Vivimos acosados por propagandistas astutos. La primera norma de todo ciudadano cuerdo en un momento como este es distinguir entre los debates y las trampas. Un debate es un intercambio de ideas sobre una cuestión más o menos relevante, y una trampa es verse obligado a razonar con un propagandista sin escrúpulos o con abogados del diablo. Si cualquier imbécil, por ejemplo un político, propusiera el servicio militar obligatorio para los niños de 12 años, el mero hecho de poner sobre la mesa de un medio de comunicación su estupidez daría categoría de dilema a lo que no lo es, y al imbécil le otorgaría una prestigio inmerecido.

Pues lo mismo para este caso. Ni siquiera vale la pena explicar en voz alta los motivos por los que cualquier persona con dos dedos de frente se opone a que sus vecinos vayan armados, pero os regalo una anécdota. El hermano de mi abuela materna, al que llamábamos tito, no pensaba de esta forma. A él le hubiera gustado mucho que le permitieran sacar su pistola de la cajita metálica donde la guardaba, así que el 23 de febrero de 1981, al saber que los tanques estaban desplegados en Valencia y que el Congreso de los Diputados se hallaba tomado, se vistió con su camisa azul y se lanzó a la calle con el revólver al cinto. Estuvo paseando por el pueblo con la actitud de un petimetre que se ha metido un calcetín para que le abulte la bragueta. Disfrutó aquel día acojonando al personal, viendo cómo se corrían los visillos a su paso, más chulo que un ocho.

Ahora está muerto, y creo que nadie se acuerda de ponerle flores en la tumba. La pistola, de cuya existencia tuve conocimiento después del deceso, la llevaron a la policía. Es donde tienen que estar.