IDEAS

Las ruinas de la última vez

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Miqui Otero

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Nos pasamos toda la vida recordando la primera vez, pero no hablamos tanto de la última.

La primera vez que montamos en bici, que tenemos sexo, que nos ponemos corbata, que sufrimos resaca. Todas y cada una de las primeras veces son fácilmente bendecibles con la épica, la comedia o la ternura. Incluso la primera vez que pedimos fideos Yatekomo o compramos nuestra ropa interior. "Es mi primera vez, ten cuidado", cantaban The Boys.

Pero no hablamos tanto de la última. A menudo, porque ni sabemos que lo será. "Un hombre no sabe cuáles son sus actos postreros: la última vez que nada en el mar, la última vez que hace el amor. Sin embargo, a los treinta y siete años, quizá en el punto medio de su vida, la única que tiene, Abbott sabe que ha intentado dar su última voltereta", escribió Chris Bachelder en 'A propósito de Abbott'.

Este sábado, con aproximadamente la edad de Abbot cuando completa su última voltereta, vi por última vez a Las Ruinas. Este grupo tan favorito se propuso hace una década hacer diez discos, uno por año, para luego separarse. Desde entonces sus cañonazos eléctricos de poco más de dos minutos, certeras crónicas de la Barcelona cambiante y autorretrato en movimiento de sus obsesiones, han acompañado mis duchas (en mi top 10 de tarareados) y mis noches (pocos grupos he visto tantas veces).         

Uno no echa en falta las croquetas del de Fuentealbilla, ni los estribillos de Las Ruinas, sino a sí mismo disfrutándolas

Con su último concierto me sucedió como con las vacaciones: al segundo día ya pienso que se están acabando. Cuando cantaron 'Estoy cansado de mí', les volví a dar la razón y a medida que la canción galopaba yo, como me sucedió con los últimos minutos en el campo de Iniesta, me desinflé. ÚItimamente, leyendo o en conciertos, soy como una máquina de vending averiada: le das al número del kit kat o de las chucherías y te bajan la bolsa de cacahuetes salados o las olivas. En momentos dulces, me pongo salado. Es decir, en instantes de euforia, me pongo algo así (que el lector defina este "así"; se acepta "idiota").

Uno no echa en falta las croquetas del de Fuentealbilla, ni los estribillos de Las Ruinas, sino a sí mismo disfrutándolas. Y, en realidad, en eso consiste emocionarse, así que solo espero que no sea la última vez.