Unos comicios negligidos

De fantasmas y sonámbulos

Continuamos incapaces de elevar la mirada y percibir la importancia que van a tener las elecciones europeas

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Josep Oliver Alonso

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Sumergidos en la precampaña de las generales del próximo abril, parecería que las elecciones europeas tienen escasa importancia. De hecho, los signos que emiten los partidos, en forma de potenciales candidatos, apuntan a que para ellos parecería ser un tema menor. Y aunque es cierto que el 28 de abril será determinante para nuestro futuro inmediato, constituye un craso error creer que las europeas no lo deciden también. Esta posición refleja la convicción colectiva que las elecciones al Parlamento Europeo apenas nos atañen, aunque en la práctica su actividad nos impacta tanto o más que la del gobierno en Madrid. A título de ejemplo, ahí van algunas historias que ilustran acerca de su importancia.

¿Quién impulsó la modificación de la constitución en septiembre de 2011? ¿Acaso fueron nuestros políticos? ¿Y de dónde procedió el impulso para llevar a cabo las reformas precisas para estabilizar el país? Y, algo más tarde, ¿quién rescató nuestra economía del colapso (con, incluso, probable abandono del euro) en aquellos aciagos días de primavera-verano de 2012? ¿Quién suministró el préstamo, de hasta 100.000 millones de euros, que permitió superar la crisis de una parte substancial del sistema financiero español? Si no hubiera sido por el impulso que la Comisión Europea dio al MEDE, los mercados financieros habrían impuesto condiciones mucho más severas para prestar estos recursos.

Además, ¿quién evitó, en aquel otoño de 2012, que España fuera intervenida? ¿Nos creemos la narrativa del timonel Rajoy? ¿O, por el contrario, consideramos la actuación del BCE en la estabilidad conseguida en el último trimestre de aquel año? Sin el anuncio de Draghi en septiembre, afirmando a los cuatro vientos que el BCE no iba a permitir dejar caer el euro (y eso sólo podía provocarlo España), pueden imaginar que la estabilidad que vivimos a partir de entonces no hubiera existido. ¡No está nada mal la capacidad política que se proyecta desde Bruselas o Fráncfort!

Finalmente, para no aburrir ya más, ¿de dónde procede la fuerza de la recuperación iniciada en 2014? Dejando de lado los benéficos efectos de la caída del precio del petróleo y del desvío de turismo por la inestabilidad del norte de África, hay que situar al BCE de Draghi como motor de los vientos de cola que nos han impulsado. Su compra de 350.000 millones de euros de deuda pública española entre 2015 y 2017 ha situado los tipos de interés pagados por el Tesoro en valores mínimos jamás contemplados. Unos tipos de interés insólitamente bajos, que van a continuar un año más como mínimo, y que solo pueden describirse para nosotros como un ejemplo de solidaridad europea. Porque, en gran parte de la década 2009-18, no eran ni Alemania ni los países centroeuropeos los que los precisaban. En cambio nosotros, para poder soportar la presión de unos volúmenes excesivos de deuda, los necesitábamos imperiosamente. Añadan el impulso económico que esa política ha dado al resto de la UE y a un euro débil, y sus benéficos efectos sobre nuestras exportaciones de bienes y servicios. En suma, echando la vista atrás, uno no puede evaluar adecuadamente lo que nos ha sucedido los últimos años sin considerar, en su conjunto, la positiva intervención de las autoridades europeas, sean estas el Eurogrupo, la Comisión o el BCE.

El Parlamento Europeo

Finalmente, y al margen de lo ya sucedido, deberíamos tener en cuenta un par de elementos adicionales. El primero, el tono político (socialdemócrata o liberal) del próximo Parlamento Europeo. ¿Porque es relevante? Porqué afecta de lleno al de la propia Comisión Europea, el ejecutivo de la Unión, y porque el Parlamento también acaba influyendo, aunque sea indirectamente, tanto en la elección del presidente de la Comisión como en el del BCE que, por cierto, finaliza mandato el próximo otoño. Por si todo ello no fuera suficiente, asoma el fantasma de la ultraderecha:asoma el fantasma de la ultraderecha: algunas previsiones sitúan una posible coalición de partidos antieuropeos como uno de los grupos grandes del próximo Parlamento Europeo. Incluso, si se confirmara la salida del húngaro Orban del Popular Europeo, los populistas contrarios al proyecto de la UE y a la moneda común podrían superarlo.

Lastimosamente, por estos pagos continuamos incapaces de elevar la mirada y percibir la importancia que van a tener las elecciones europeas. En estas, los fantasmas de un pasado que creímos enterrado parece que regresarán con fuerza. Pero nosotros continuamos, en lo tocante a Europa, entre el sonanbulismo nocturno y la miopía diurna. Habría que despertar. Y abrir bien los ojos.