Dos miradas

El asfalto

Las reparaciones a última hora en periodo preelectoral te dejan con una profunda sensación de ser tomado por idiota

Unos obreros realizan obras de asfaltado en un tramo de la avenida Diagonal y, a la derecha, imagen del volcado de asfalto en un tramo de la calle de Aragó, ayer.

Unos obreros realizan obras de asfaltado en un tramo de la avenida Diagonal y, a la derecha, imagen del volcado de asfalto en un tramo de la calle de Aragó, ayer.

Emma Riverola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hay algo que une a los españoles. Tanto da la lengua en la que se expresen o la bandera que lleven en su corazón. Estos días, el terreno que pisan tiene algo en común, algo por estrenar. Y no, no es la primavera que ya se anuncia cubriendo las superficies con una pátina de polen. Se trata de una circunstancia bastante más prosaica. No falla. Ya se vislumbran las elecciones en el horizonte, cuando numerosos municipios, grandes o pequeños, con ‘estelada’ o con el toro de Osborne en las proximidades, pueblan las calzadas de conos, cintas de advertencia y diferentes vehículos de obra pública. Llega el asfaltado del pavimento. ¡Aleluya! Ese socavón que lleva un par de años haciéndose más profundo y desafiando la suspensión del vehículo, al fin, es reparado.

Sin duda, un bache o un hoyo menos es motivo de celebración. Lástima que la fiesta quede empañada por una profunda sensación de ser tomado por idiota. Un regalito de última hora al ciudadano para que recuerde a quién debe votar. Ya se sabe, el colectivo tiene mala memoria y, con unos palmos de asfalto reluciente, quizá se olvida que ese socavón se ha ido engrandeciendo por la desidia de los mismos que ahora piden el voto. Resulta muy difícil creer que ese pavimento a estrenar tenga ninguna relevancia en el resultado electoral. Ni la alegría es tan grande ni el disgusto por el oportunismo es tan amplio. Tan solo aporta unas dosis extras de bochorno.