Una lacra social

A contrarreloj contra el maltrato infantil oculto

La presión asistencial y la falta de tiempo de los médicos de atención primaria dificultan la detección de casos de violencia infantil

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Dolors Colom Masfret

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La detección del maltrato infantil implica descubrir gestos, aflorar vivencias, actitudes, sufrimientos, del niño o niña, atendidos por parte de los profesionales. Pero el acto de detectar requiere de un complejo y delicado ejercicio de observación y análisis, de generación de empatía para permitir a los pequeños expresar su sufrimiento y no ocultarlo por temor a enfadar más a quienes le maltratan. Es diferente el maltrato infantil evidente, el explicitado por el pequeño al personal sanitario, al maltrato ocultado. Este último es difícil de detectar en una visita de atención primaria cuando el motivo de la consulta es otro y se le añade, además, la presión asistencial y la falta de tiempo que lejos de ser un relato es una realidad tangible.

Entre responsables de la sanidad, llama la atención que siendo la atención primaria la puerta natural de entrada al sistema sanitario, sea en la atención hospitalaria donde se están detectando más pequeños víctimas de maltrato infantil.

¿Por qué? Surgen varias hipótesis que cabría verificar. Una tiene que ver con la variable señalada en el párrafo anterior, el tiempo de atención y la calidad de este tiempo de los profesionales de la medicina, de la enfermería y del trabajo social sanitario, también de administración, tanto en la atención primaria como en la atención hospitalaria, sin olvidar la escuela y los servicios sociales.

Exigencia de las 'mareas blancas'

En la atención primaria, el tiempo por visita médica no supera los diez minutos de media. En las últimas manifestaciones de las 'mareas blancas' casi se rogaba disponer de 10-12 minutos por visita. Así pues, el disponer de tiempo profesional es determinante para la detección del maltrato infantil oculto, o el riesgo de maltrato. Lo ilustra el siguiente ejemplo: cuando se va en coche se pierden los detalles del borde de la carretera, pero andando los detalles se pueden describir uno a uno. En coche se recorren más metros de carretera, pero es andando que se ve el detalle de la carretera. La relación del pequeño–médico se nutre de la información del primero, la que aportan el padre y la madre, el abuelo y la abuela, pero sobre todo de la observación clínica. Esta requiere, siguiendo con la metáfora, caminar con el pequeño y no llevarlo en coche.

Terminada la visita en atención primaria, si no hay señales de maltrato, el pequeño regresa a su casa con quienes le maltratan. Una solución para incrementar la detección del maltrato infantil en la atención primaria pasa por incorporar el diagnóstico social sanitario, elaborado por un trabajador social sanitario, al diagnóstico pediátrico.  

En la atención hospitalaria la presión asistencial también es alta, sin embargo, cuando el niño, la niña, ingresa, incluso cuando es atendido en urgencias, el tiempo es mayor y los equipos asistenciales pediátricos pueden detectar conductas relacionadas con el maltrato lo que permite actuar de oficio.