Opinión | Editorial

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El independentismo viaja a Madrid

La manifestación de este sábado es el mejor desmentido a las críticas de «antidemocrático» y «represivo» contra el Estado

La manifestación soberanista en Cibeles.

La manifestación soberanista en Cibeles. / JOSE LUIS ROCA

El independentismo catalán se manifestó este sábado por primera vez en Madrid, después de haberlo hecho ya hace meses en Bruselas. La concentración tenía por objeto protestar por la celebración del juicio en el Tribunal Supremo a los líderes independentistas procesados. El escenario cambió, pero los objetivos y los argumentos eran los mismos que se han repetido en Catalunya en los últimos años. Sin embargo, la manifestación, que transcurrió sin incidentes y reunió a menos gente de la esperada, la inmensa mayoría llegada desde Catalunya, es el mejor desmentido a muchas de las acusaciones que se hicieron desde el escenario y desde la calle contra el Estado español, al que se califica de “autoritario”, “represivo”  y “antidemocrático”, que no respeta la libertad de expresión ni otros derechos.

La manifestación estaba encabezada por una pancarta con dos obviedades: “La autodeterminación no es delito” y “Democràcia és decidir”. Porque no es eso lo que se juzga en el Supremo. Tampoco se juzga el ejercicio de derechos fundamentales, como aseguró el presidente del Parlament, Roger Torrent, sino presuntos delitos supuestamente cometidos durante el otoño del 2017 en el que se produjo en Catalunya un intento de subvertir el orden constitucional violando la Constitución y el Estatut. El juicio en el Supremo tampoco es “una vergüenza democrática”, como dijo la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, ni se puede sostener, como hizo el vicepresidente de Òmnium, Marcel Mauri, que “apoyar la autodeterminación de Catalunya es defender la democracia en España”.

La concentración, quizá por celebrarse en Madrid, derivó en un intento de amalgamar la autodeterminación, la independencia de Catalunya, la lucha feminista, las críticas al “régimen del 78” y a la Monarquía, el antifascismo y las referencias constantes a la guerra civil, con gritos de “no pasarán”, en una serie de parlamentos inflamados alejados que poco o nada tenían que ver con las demandas soberanistas. Es muy dudoso que esta mezcla beneficie en nada al independentismo catalán, algunos de cuyos dirigentes más responsables debieron quedar estupefactos ante lo que oían y veían. La judialización del ‘procés’ fue un error del Gobierno de Mariano Rajoy, que desdeñó las soluciones políticas, pero la radicalidad legitimista del independentismo es responsable también de cegar la vía de diálogo abierta por Pedro Sánchez aun a riesgo de que pueda llegar a gobernar la derecha más dura.