Debilidades ocultas

Los más grandes

Autores que están en lo más alto están hechos de la misma pasta: dudas, miedos y fragilidad

Julianne Morre, con su Oscar del 2015.

Julianne Morre, con su Oscar del 2015. / REUTERS / MARIO ANZUONI

Josep Maria Pou

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Julianne Moore ocupa, en el escalafón de mis preferencias, el mismo lugar que Glenn Close y Meryl Streep. Las tres actrices acaparan, en mi estima, el podio de las más grandes. Y siendo grande Julianne Moore, se me hace más grande todavía al verla confesar ahora, sin miedo y sin vergüenza, que fue despedida de una película. Y lo dice así, como suena: despedida. Despedida y sustituida. Y no al principio de su carrera, inexperta aún y con poco recorrido, sino recientemente, siendo ya actriz consagrada (un Oscar, un Emmy, varios Globos de Oro, Mejor Actriz en Cannes, Venecia, Berlín, Sitges, etc.) y con años de prestigio. Dice Julianne que la despidieron “porque no estaba dando lo que se esperaba de ella”. Hace falta valor (cantaba, tiempo ha, Radio Futura) para hablar así de uno mismo en un Hollywood de piscinas colmadas de tiburones.

La confesión de Julianne Moore me recuerda lo que leí hace tiempo en un libro de Michael Caine (por cierto, qué actor tan singular, tan personal, tan distinto a todos, que hace siempre que parezca fácil lo más difícil, cualidad solo de los más grandes) en el que habla, entre otras cosas, de sus fantasmas personales. Cuenta Mr. Caine que el primer día de trabajo de todas y cada una de sus películas, a primera hora de la mañana, mientras el coche le lleva al estudio o set de rodaje, está convencido de que le despedirán tras la primera toma. Y que cada tarde, en el trayecto inverso que le devuelve a casa, se sorprende y maravilla (y hasta puede que dé gracias a Dios) de que eso no haya ocurrido.

También Fernando Fernán Gómez hablaba de lo incómodo que se sentía cuando, tras una triunfal noche de estreno, la gente se agolpaba en su camerino para felicitarle, mientras él estaba seguro de ser el peor actor del mundo. Hasta que alguien muy cercano le dijo: “Tan malo no serás, cuando consigues convencernos de lo contrario. Hay que ser un gran actor para hacer parecer bueno lo malo”.

De esas dudas, de esos miedos, de esa fragilidad están hechos los más grandes.