Eslóganes reciclados

Los que vuelven

Agitar el fantasma del regreso o utilizar la unidad como arma arrojadiza son estrategias que utilizan el PSOE, PP y Vox pero que también tienen su versión 'indepe'

vuelven

vuelven / MONRA

Sergi Sol

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No hay mayor espantajo en Catalunya que evocar la vuelta de la derecha. Ayer el PP, hoy el 'trifachito'. Pepe Zaragoza, el que almorzaba ante un florero espía en La Camarga con Alicia, exprimió esa baza al máximo con aquella eficaz campaña, ‘Si tu no vas, ellos vuelven’, que le dio 25 diputados en Catalunya, al PSOE, en el 2008. Y, a falta de otro enganche, cómo no aprovechar uno que ya pasó el test con fulgurante éxito cuando la amenaza de la derechona, antes Aznar, hoy el 'trifachito', se cierne sobre el horizonte. El 'trifachito' del 155 in eternum, aunque lo del 155 tiene más padrinos. ¿Eh, Pedro?

Tampoco es que el PSOE haya dado muchas pistas sobre qué propone. De ahí que el recurso al espantajo de la derecha, cada vez más extrema, sea su santo y seña, a caso el único, y le haya brindado una nueva oportunidad a Pedro Sánchez para erigir al PSOE, de nuevo, como el partido más votado en España. Cabe decir que se lo han puesto fácil, en mayor medida la derecha aunque no únicamente. La alocada carrera de PP, Ciudadanos y VOX por erigirse ante el electorado como el más implacable ante Catalunya ha arrastrado al rincón a ese mejunje de derechas que bebe de las renacidas charcas joseantonianas y franquistas.

Y eso pese a que nadie sabe a ciencia cierta de qué PSOE estamos hablando. La memoria es frágil puesto que fue con Albert Rivera con quien Sánchez selló su primer compromiso de Gobierno. A mayor rigor, hoy no es el PSOE quien descarta un nuevo pacto con Ciudadanos, es Rivera quien afirma descartarlo. Pero a estas alturas tampoco nos llevemos a engaño, al bueno de Albert le cuesta poco cambiar de opinión. Al fín y al cabo comparten un principio fundamental, uno de aquellos, la indisoluble y sagrada unidad de España.

A mayor abundamiento, nos hemos hartado de ver a Miquel Iceta (dime con quién bailas y te diré quién eres) detrás de la pancarta junto a Albert y Arrimadas. O junto al PP, sacándose selfis y enseñando dientes, los dientes del 155 que luego pactaron Rajoy, Sánchez y Rivera en el Senado. Por cierto que la musa de esas españolísimas convocatorias fue durante largo tiempo Pepe Borrell, hasta que el advenedizo Manuel Valls, sacando una buena tajada para el bolsillo, le robó el protagonismo. Borrell quería desinfectar Catalunya (de indepes) y se burlaba jocoso de ‘Mossèn Junqueras’, como también hicieron, en su día, los policías que custodiaban Oriol Junqueras ante la Audiencia Nacional. Y Pedro premió a Borrell como Ministro de Exteriores, la voz de España en el mundo. Dicen de Rufian esto y lo otro, pues jamás se ha inventado un escupitajo, ni se ha paseado con la extrema derecha, ni se ha forrado en ningún consejo de administración del Ibex, ni ha hecho del ensañamiento contra los débiles su razón de ser, ni ha dicho mentira alguna. Acaso ha hecho cabrear a muchos, pues menos mal que a los poderosos alguien les incordia.

La unidad: en todas partes cuecen habas

A vueltas con lo de volver, que tiene recorridos múltiples, porque esa ya fue baza electoral eficaz en las últimas elecciones catalanas. Y cuando algo funciona, y no se tiene más, se vuelve a lo ya ensayado con éxito. Ya tenemos otra vez el vótame que vuelvo, segunda parte, aliñado con lo de ‘Unitat!’, en fiel reflejo del ‘a Dios rogando y con el mazo dando’. La unidad (de España) es un tótem que los más nacionalistas ('trifachito') echan a la cabeza de los menos (PSOE). Pues en todas partes cuecen habas. En versión 'indepe' se utiliza como arma arrojadiza de los más nacionalistas contra los republicanos. Cuando no se tiene nada serio a ofrecer, cuando tu discurso hace aguas, siempre queda un recurso, caña al mono.

El truco resultón, como si del Màgic Andreu se tratase. Magia de la buena. El Estado autoritario, la Monarquía, queda en un segundo plano porque tus dardos tienen ya un adversario, curiosamente al que exiges ir de la manita ante cada reto electoral. Y entonces ya no va de ganar un país, va de mantener el legado de una determinada hegemonía, mutan las siglas, cambian los actores principales, pero sale a tralucir aquello de Marta Ferrussola cuando vio a Pasqual Maragall entrar en Palau: "es como si los ladrones hubieran entrado en casa". Eso además tiene otro efecto interno beneficioso, olvidar que lo tuyo es el camarote de los hermanos Marx para distraer a todas las fracciones señalando un adversario común, que ni es monárquico, ni de derechas. Y hay que ver cómo une, y distrae, compartir un adversario al que hacer siempre responsable de todas tus desgracias.