Análisis

¿Es insostenible la longevidad?

Un grupo de ancianos pasea por Paseo San Juan.

Un grupo de ancianos pasea por Paseo San Juan. / periodico

Jordi Alberich

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El extraordinario aumento de la esperanza de vida en las últimas décadas constituye uno de los mayores logros de la humanidad. No sólo vivimos más sino que, además, lo hacemos en mejores condiciones. Sin embargo, va imponiéndose la sensación de que estamos ante una adversidad, pues no habrá cuentas públicas que lo soporten.  No lo veo así.

Dada la fuerza de las palabras, deberíamos empezar por aparcar el término envejecimiento y utilizar el de longevidad pues éste conlleva una consideración positiva y, además, refleja mejor la realidad. Las personas vamos a vivir más, pero no necesariamente en un estado de decrepitud.

En cualquier caso, no va a resultar sencillo. Por ejemplo, la desaparición del modelo tradicional de familia, con su solidaridad intergeneracional, unido a la concentración de la población en grandes urbes representa un problema añadido. Al dolor físico que conlleva hacerse mayor, se añade el enorme problema de soledad que empieza por afectar al ánimo y acaba por debilitar, también, el cuerpo. Todo ello requerirá una mayor capacidad asistencial.

Así, se requiere una planificación que no se ve. En un reciente estudio se señala como, pese a necesitarse más médicos, en la Unión Europea los 1,8 millones de doctores actuales, se reducirán a 1,57 millones en un año, con caídas muy pronunciadas en diversos países.

Acerca de la viabilidad económica, nada avala la insostenibilidad que se anuncia. Hace un siglo, siendo la esperanza de vida de poco más de 40 años, la de jubilación se fijaba en 65. Desde entonces, el número de horas trabajadas ha descendido a prácticamente la mitad. Es decir, se trabaja la mitad, a la vez que se crea y consolida el estado del bienestar. ¿Por qué no hemos de ser capaces de ir perfeccionando dicho modelo? Dependerá de diversos factores.

En primer lugar, de la capacidad de adaptación a las circunstancias tan cambiantes de nuestros días. Sólo el diálogo y la voluntad de acuerdo puede ir ajustando las condiciones de acceso a la jubilación que, en cualquier caso, no pueden responder a un criterio único. No es lo mismo para un trabajador manual que para un médico. ¿Por qué éste, en plenas facultades, debe retirarse de hoy para mañana?

La productividad, tal como ha sucedido en el último siglo, resultará fundamental. Hoy vemos con inquietud la revolución tecnológica, pero ésta conllevará un extraordinario aumento de la productividad. La cuestión es que esa mayor riqueza alcance a todos. Nunca como hoy ha habido tantas posibilidades de trabajar menos y generar más.

Finalmente, lo más importante, las ideas y la política. Si arraiga esa concepción que definió como nadie Margaret Thatcher con su "la sociedad no existe, existen hombres y mujeres" irá consolidándose la idea de que "si no te haces un buen plan de pensiones privado, lo que te espera es un malvivir en tu última etapa. Espabílate". Pero si somos capaces de recoser esa sociedad que se nos ha ido deshilachando, la longevidad sí será ese gran logro de la humanidad.