Dos miradas

Patrañas

Nos toman por niños. Niños a los que se distrae con cuentos fantásticos protagonizados por personajes excepcionales... Solo que Puigdemont no lo es. Queriendo una Catalunya independiente la ha hecho más dependiente de sus debilidades

Carles Puigdemont recibe el aplauso de los asistentes al congreso de la Crida tras su discurso en la clausura del congreso constituyente.

Carles Puigdemont recibe el aplauso de los asistentes al congreso de la Crida tras su discurso en la clausura del congreso constituyente. / JORDI COTRINA

Emma Riverola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Puigdemont promete regresar si es elegido eurodiputado. De nuevo, un voto por su retorno. De nuevo, una promesa que no cumplirá. Como era evidente, no abandonó Bélgica para ser detenido en España cuando consiguió imponerse a Junqueras el 21-D. Tampoco lo hará si consigue un escaño europeo. Patrañas y más patrañas por un puñado de votos. ¿Por qué lo permitimos?

Nos toman por niños. Niños a los que se distrae con cuentos fantásticos protagonizados por personajes excepcionales… Solo que Puigdemont no lo es. Queriendo una Catalunya independiente la ha hecho más dependiente de sus debilidades. La culpa no recae toda en él, por supuesto. Nada de esto hubiera ocurrido si los restos de lo que un día fue la fabulosa maquinaria de CDC no lo hubieran encumbrado para sobrevivir y batirse con ERC. Se entienden las razones de ellos, de los que luchan por permanecer en el poder o por no caer en la invisibilidad (situación dramática para Puigdemont), no se comprenden tanto las tragaderas ciudadanas ante el descomunal embuste. Sin duda, hay mucho de complicidad. La emotividad ha corrido tan a raudales en el ‘procés’ que el vínculo entre los ciudadanos y sus líderes roza la intimidad. Todo se perdona, como se disculpa al ser querido que se equivoca. El independentismo convertido en una gran familia. Y así, la ciudadanía olvida que su principal deber es fiscalizar al poder. Se banaliza la política y, al fin, solo se debilita la democracia.