Primer aniversario de la muerte de un genio

Hawking y el pensamiento de Dios

Aunque negó la existencia de Dios, en cierta manera, el físico era creyente. Él, igual que Einstein, creía que el hombre puede, a través de la ciencia, comprender todo el universo

ilustracion opinion 14-3-2019 arrticulo David Miralles

ilustracion opinion 14-3-2019 arrticulo David Miralles / periodico

David Miralles

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Fue en uno de los amplios pasillos de la Autònoma donde me encontré de cara con Stephen Hawking y el séquito que le acompañaba. Pocos minutos antes había terminado su conferencia, fue un éxito, lleno total. Hawking visitaba Catalunya para presentar su primer libro de divulgación: 'Historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros' (Crítica, 1988). Yo llevaba en mano la magnífica traducción al catalán que hizo David Jou y no sé muy bien si por vergüenza o por incomodidad no me atreví a acercarme y pedir si alguno de los dos me lo quería dedicar. Finalmente, pasaron por delante de mí y yo volví a la Facultad de Física donde estudiaba mi primer curso.

Este jueves se cumple un año de la muerte de Stephen Hawking, y en octubre pasado se cumplieron 30 de su primera visita a nuestro país. Hawking se hizo un nombre dentro de la comunidad científica muy joven. Fue debido, principalmente, a dos descubrimientos. El primero fue que bajo ciertas condiciones podía haber un 'big bang', un origen del universo. El segundo, que los agujeros negros eran un buen laboratorio para estudiar la combinación de la cuántica y la gravedad. De aquí apareció la radiación de Hawking con una fórmula que vinculaba las dos teorías y que quedó grabada en la losa que cubre su tumba en la abadía de Westminster, a los pies de Isaac Newton. Hawking hizo importantes contribuciones a la física, pero, probablemente, su fama mediática se debió, sobre todo, a la capacidad de conseguir sus propósitos a pesar de su enfermedad y a la voluntad de popularizar sus trabajos, hecho que lo convirtió en un gran comunicador, pese a las dificultades.

Un estilo provocador

Tras los descubrimientos citados anteriormente, la Universidad de Cambridge le ofreció la cátedra Lucasiana. En su discurso de investidura, y con el estilo provocador que le caracterizaba, anunció que el final de física estaba al llegar, y que pronto conseguiríamos una sola teoría que pudiera explicar todos los fenómenos básicos que conocemos, una teoría del todo. Esta misma idea también se encuentra en su famoso libro. En este, escribió refiriéndose a este tipo de teorías: “sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios”.

Dios era otro de los temas preferidos de Stephen Hawking. Aunque negó su existencia, en cierta manera, Hawking era creyente. Él, igual que Einstein, creía que el hombre puede, a través de la ciencia, comprender todo el universo, “conocer el pensamiento de Dios”. Y digo creía, porque no tenemos ninguna certeza de que esto sea posible. Quizá seamos como aquellos gatos que persiguen un reflejo y son incapaces de entender que alguien con un espejo lo provoca. Hawking cambió esta visión cuando aparecieron las teorías de los multiversos. Estas teorías, muy especulativas, defienden que, por causa de ciertos efectos cuánticos, existen otros universos, con otras leyes físicas y, por tanto, muy diferentes al nuestro. De todos los universos posibles, el nuestro sería uno de ellos. Uno entre una infinidad, donde se han dado las condiciones para que haya vida, en concreto la nuestra. Esta racionalidad, ahora más azarosa, Hawking ya no la asoció con el pensamiento de Dios.

Otras herramientas, otros lenguajes

La ciencia ha sido y es una poderosa herramienta de conocimiento. Pero como decía Jorge Wagensberg: hay complejidades que el método científico no se atrevería nunca a asumir. Son necesarias otras herramientas, otros lenguajes. El arte, por ejemplo. Unos versos de Jaume C. Pons Alorda, unos párrafos de Adrià Pujol, unos compases de Joan Magrané, nos pueden hacer captar profundamente realidades cotidianas que ninguna teoría científica sabría cómo encajar. El arte, como la ciencia, también es una forma de conocimiento.

Cuando Hawking habla de Dios se refiere al ser creador y no al Dios que interpela a la persona. Esta es una visión parcial. La experiencia religiosa, especialmente, en su componente espiritual, no se puede entender sin este Dios que se acerca al hombre. Desde este punto de vista se considera que, juntamente con la ciencia y el arte, la revelación es una forma de conocimiento. Hay autores, como el mismo Wagensberg, que proclaman que cualquier conocimiento es una combinación ponderada de estas formas básicas. Hace pocos días, pero 30 años más tarde, tomando café con David Jou y con el libro de Hawking sobre la mesa, nos preguntábamos, si para tener una comprensión completa de la realidad será suficiente una teoría del todo tal y como pronosticaba el libro. Sospechamos que no será así.