IDEAS

Preciosos espejismos

La selección para el premio literario Booker Man del álbum de Nick Drnaso 'Sabrina' es una inyección de optimismo para los sufridos lectores de tebeos

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Ramón de España

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En el mundo de los cómics se produce de vez en cuando un fenómeno que suscita el entusiasmo de autores y lectores. La selección para el premio literario Booker Man del magnífico álbum de Nick Drnaso 'Sabrina' es la última inyección de optimismo para los sufridos lectores de tebeos deseosos de un poco de respeto social para lo suyo. Hace años, cuando a Art Spiegelman le dieron el Pulitzer por 'Maus', la euforia fue aún mayor. Y así, a base de espejismos, vamos tirando los aficionados a los cómics. Pronto llegará a Barcelona la tradicional subida de la autoestima que aporta el Saló del Còmic, con sus miles de visitantes y su apariencia de que los tebeos constituyen una rama más de la industria cultural.

Lo cierto es que lo de los señores Drnaso y Spiegelman es una excepción, no la regla. La mayoría de los autores nacionales y extranjeros con algo que contar suelen llevar vidas precarias, mientras que, si no tienes nada que explicar, pero tu dibujo es resultón, siempre puedes trabajar para Marvel o DC y cobrar como las personas. En Estados Unidos, figuras de culto como Daniel Clowes o Charles Burns llegan a fin de mes dibujando portadas para 'Time' o 'The New Yorker'; en España, aparte de Paco Roca y alguno más, los autores con fundamento pueden tirarse dos años dibujando un álbum a cambio de un adelanto de 3.000 euros.

Solo Francia, una excepción cultural a la regla del ninguneo, ofrece una industria sólida que da de comer dignamente a un elevado número de dibujantes y guionistas: basta con visitar cualquier sede francesa de la FNAC para ver a las masas desperdigadas por el suelo, leyendo tebeos. En España se venden cómics, sí, pero básicamente historietas de superhéroes y mangas japoneses (y hasta los autores con más poder gráfico y literario, como el difunto Yoshihiro Tatsumi, venden pocos ejemplares).

Bienvenidas sean palmaditas en el lomo como la nominación de Nick Drnaso o el premio Pulitzer de Art Spiegelman. No son alucinaciones, pero tampoco reflejan la realidad con exactitud. Curiosamente, en España se editan más cómics de autor que nunca, entre el producto local y el foráneo, lo cual demuestra la existencia de un público fiel. El problema es que las editoriales se conforman con vender 400 ejemplares, y si llegan a mil, descorchan la botella de cava.

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