análisis
Periodismo amenazado
Los quioscos se van esfumando a la vez que Sergio Ramos se atreve con una autoentrevista
Iosu de la Torre
Coordinador de Pódcast.
Periodista. Vasco de Barcelona. En EL PERIÓDICO desde 1986. Coordinador de Pódcast. Universidad de Navarra y Universitat Autònoma de Barcelona.
Iosu de la Torre
La barcelonesa calle de Montcada, la del Museo Picasso, ha perdido uno de los quioscos de prensa más emblemáticos de la ciudad. En su lugar ha abierto una tienda de recuerdos para turistas y viajeros efímeros. Donde podía encontrarse la prensa local de media España y una variada gama de diarios extranjeros y revistas de diseño ahora cuelgan camisetas, imanes para la nevera, postales, bolsos, gorras, con la tipografía de Barcelona, el 10 de Messi, el apellido Gaudí.
Los nuevos inquilinos ni siquiera se han molestado en desatornillar el cartel del periódico que indicaba que esos escasos metros cuadrados olían a la tinta de las noticias. Hubo un tiempo en que el paseo por aquel Born que no apestaba a 'low cost' podía interrumpirse unos minutos para revisar las portadas, decidirse por un titular o una foto tremenda. Y comprar un deportivo o algún diario del norte. Cada vez hay menos quiosqueros en las ciudades. El de la calle de Montcada se ha desvanecido con la jubilación de sus arrendatarios, informa la estanquera que también se ha unido a la mezcla de los cigarrillos y los puros con los abanicos de colores. Los que sobreviven son héroes como Zacarías, el de Diputació-Casanova, la resistencia ante la transmutación del quiosco en mercadillo de 'suvenires', factoría de nuevos oficios.
La crisis del periodismo se olfatea en estas islas clausuradas o reutilizadas cuando, de repente, alguien avisa de que hay que mirar el Twitter de inmediato porque a Sergio Ramos (o a uno de sus empleados) se le ha ocurrido autoentrevistarse para que corra la versión del capitán del Madrid sobre la hecatombe blanca, ejercicio onanista horas antes de que Zidane volase al rescate de Florentino.
Los nueve tuits del futbolista sin posibilidad de réplica ni repregunta se leen con idéntica atención que pavor. Y, peor aún, los diarios se hacen eco del nuevo ejercicio dándolo por bueno cuando ciertamente la acción de Ramos sienta como una palada de tierra sobre la fosa donde yace el oficio de contar y traer noticias. O como una zancadilla en busca de la cuarta amarilla, esfuerzo inútil a la espera de redención.
Zidane o la modernidad
Los gurús advierten de que toca reinventarse. Como metáfora del contraste, la foto de familia de los directivos del Madrid dando la bienvenida al superhéroe sin capa Zinedine Zidane: traje y corbata clásicos, clasiquísimos, para rodear al técnico francés embutido en unos pantalones de pitillo arremangados como para ir a pescar y una americana de talla M. El remedio, siguiendo con la metáfora, quizá llegue el día en que los hermanos Pérez (Florentino, Pérez I, y Enrique, Pérez II) se vistan en el sastre de Zidane. Qué complicado. Como pedirle a Felipe VI que actualice el atuendo y los procedimientos.
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