Análisis

No sé qué estudiar

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Ester Oliveras

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Estas semanas comienzan las jornadas de puertas abiertas en diferentes instituciones educativas. A medida que se acerca el periodo de preinscripciones a ciclos formativos, bachillerato, o estudios superiores, muchos jóvenes sienten ansiedad ante una decisión que perciben como determinante.

En esta situación, hay tres escenarios posibles. El primero, y mejor, es que exista una vocación profesional clara. En este caso lo mejor es seguirla. Como ya decía Confucio en el siglo VI AC "Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida". El segundo escenario son las vocaciones veladas: personas con talentos y preferencias claras, pero que el entorno familiar o educativo ha reprimido o ignorado. Estos jóvenes viven con vergüenza sus inclinaciones, y acaban eligiendo estudios que satisfacen el entorno pero en los que no acaban de encajar. En este caso se producen combinaciones curiosas: biólogos que trabajan de abogados; detectives privadas que estudian economía, o escritoras en fisioterapia. El tercer escenario, y más habitual, es que no exista una vocación clara, simplemente pistas sobre preferencias y habilidades naturales: ciencias versus letras; trabajar solo o acompañado; al aire libre o en un despacho, etc. Normalmente, estas tendencias junto con una amalgama de opiniones externas e intuición acaban determinando las decisiones que finalmente se toman.

Quizás ha llegado el momento de quitar hierro a estas decisiones. Un estudio realizado por Frey y Osborne de la Universidad de Oxford ha estimado que casi la mitad de los puestos de trabajo que actualmente existen están en riesgo de desaparecer debido a los desarrollos en robótica y aprendizaje automático -el llamado machine learning. Las profesiones con más riesgo de ser eliminadas son las relacionadas con la banca y los seguros, dado que la capacidad de analizar el riesgo será fácilmente sustituible por algoritmos. En cambio, las profesiones con menos probabilidades de desaparecer son aquellas que tienen un componente humano, tales como la psicología o la medicina, o las que tienen un componente creativo importante.

Este entorno de trabajo movedizo se describe con las siglas "VUCA" - volatilidad, incertidumbre, complejidad, y ambigüedad. Inicialmente el término se usaba solamente en entornos militares, cuando se preparaban operaciones de ataque en territorios desconocidos. Pero ahora se utiliza cuando se habla de organizaciones, de liderazgos y, incluso, de educación. Por tanto, lo que sabemos de cierto es que tendremos que tener la capacidad de trabajar en entornos de este tipo y que la velocidad de los cambios tecnológicos nos coloca en un proceso de aprendizaje continuo.

A los jóvenes les diría: elige lo que más te guste y accede a la mejor institución que te puedas permitir -la calidad siempre tiene retorno- y, vayas donde vayas, saca el máximo provecho. Ante esta situación de vértigo también es agradable coger perspectiva con un paseo por las calles gremiales de Barcelona: Agullers, Abaixadors, Candelers, Corders, Cotoners, Escudellers ...