La lucha contra la violencia machista

De Lorena Bobbitt al movimiento #MeToo, ¿qué ha cambiado?

El acompañamiento a las que quieren hablar y/o denunciar no hubiera sido posible sin un cambio social evidente

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Ruth Ferrero-Turrión

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El pasado 8 de marzo las calles se volvieron a teñir de un intenso color violeta. En España se superaron las expectativas creadas, no solo se ha aumentado la presencia en las calles de las grandes ciudades, como Barcelona y Madrid, sino que también en otras medianas y pequeñas y en los pueblos las mujeres han decidido a salir a decir basta.

Es indudable que el movimiento feminista ha ido recuperando las fuerzas de sus comienzos allá por el lejano 68. Esta vez, como entonces, las mujeres han salido a las calles para reivindicar su fuerza y capacidad transformadora. Las mujeres no queremos aparecer como víctimas ante las agresiones, queremos no ser agredidas, queremos ser presentadas como supervivientes frente a aquellos que han querido menospreciarnos y, en muchos casos, matarnos.

Dos pioneras en los años 90

Ha sido una larga lucha realizada por parte de mujeres valientes que se enfrentaron al sistema denunciando a sus agresores en un contexto que no reconocía la anomalía de lo que estaba pasando. Dos de las pioneras en dar visibilidad a las agresiones a las que fueron sometidas son Anita Hill y Lorena Bobbitt en los primeros años 90.

Ha sido una larga lucha
de mujeres valientes que se enfrentaron al sistema en un contexto que no reconocía la anomalía de lo que estaban pasando

La afroamericana Anita Hill tuvo la valentía en 1991 de denunciar al candidato a la Corte Suprema de Estados Unidos, Clarence Thomas, por acoso cuando ambos trabajaban en el Equal Employment Opportunity System, ¡qué paradoja! Anita recuperaba en su acusación la terminología utilizada por el movimiento feminista radical de “acoso sexual”. Por supuesto, no ganó. Llama la atención que en el 2018 haya saltado a la esfera pública un caso muy similar con la denuncia por parte de una mujer, Christine Blasey Ford, por intento de violación contra el juez, también como entonces, nominado a la Corte Suprema, Brett Kavanaugh, al que ha llevado a los tribunales. De nuevo, como en el caso de Anita Hill, el acosador salió absuelto y ocupó su nuevo cargo. De nuevo, como en los 90, Christine Blasey Ford, ha sido condenada socialmente por decir en voz alta por lo que había pasado.

El caso de la ecuatoriana Lorena Bobbitt en 1993 sería, sin ningún género de dudas, uno de los juicios más mediáticos de todos los tiempos. Y, quizás, de los más indignantes. El debate entonces se centró sobre los motivos de Lorena para cortar el pene a su marido. Su condición de migrante ecuatoriana, sin duda, jugó un papel fundamental en la opinión pública, al asociar la fogosidad de la acción a un supuesto ADN latino. La víctima era él. Nunca los malos tratos, violaciones y humillaciones a los que Lorena se había visto sometida los protagonistas de la historia a pesar de las denuncias realizadas ante la policía. Entonces no existían los protocolos de respuesta ante el maltrato que ahora tenemos. Gracias a la valentía de Lorena y a las movilizaciones de millones de mujeres en Estados Unidos se impulsaría en aquel momento la promulgación de una ley contra la violencia doméstica impulsada, entre otros, por Joe Biden y Bernie Sanders.

Tipificada en el código penal

Desde entonces han cambiado algunas cosas, aunque otras continúan. En muchos lugares ya no se habla de violencia doméstica y sí de violencia machista y está tipificada en el código penal. También ha cambiado la aproximación de los medios de comunicación hacia esta violencia contra las mujeres, apoyando de manera mayoritaria el empoderamiento femenino y haciendo gala de una gran sororidad. Otros, claro, no, sino todo lo contrario. Y, por supuesto, no podían faltar en esta breve enumeración de los cambios que se han producido durante los últimos 25 años las espectaculares movilizaciones de mujeres de 2017 y 2018.  No solo el #MeToo importado de EEUU, también los movimientos como Yo si te creo o #cuéntalo han generado una concienciación social que poco a poco está calando en sociedades cada vez más comprometidas con la igualdad. El acompañamiento a las que quieren hablar y/o denunciar no hubiera sido posible sin un cambio social evidente. Y es especialmente importante, recordar y dar voz, algo que no siempre sucede, a aquellas de nosotras que se encuentran en las situaciones más desfavorecidas y que sufren una doble hasta triple discriminación y violencia por ser mujeres, migrantes y madres.

Gracias a la valentía de mujeres con nombre propio, como Anita Hill, Lorena Bobbitt, Christine Blasey Ford o Ana Orantes muchas hemos perdido el miedo a decir en voz alta "nunca más", solas o en compañía de otras, tal y como se ha venido demostrando durante los dos últimos años con muestras públicas de rechazo a las agresiones en voz alta y clara.