LA CLAVE

El regreso del candidato fantasma

Puigdemont, que en las autonómicas del 2017 le birló la cartera a ERC con la promesa rota de regresar, ataca ahora en las europeas, aun a sabiendas de que nunca podrá ocupar el escaño

Carles Puigdemont

Carles Puigdemont / AP / MARKUS SCHREIBER

LUIS MAURI

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Hace solo cuatro días la pregunta era esta: ¿Tiene el PDECat, los moderados del PDECat, se entiende, cartas para jugar esta mano contra Puigdemont? Hoy, la respuesta es descarnada, inmisericorde. No.

Puigdemont ha culminado la purga interna que inició el verano pasado. El primer cadáver político fue el de  la antigua jefa del partido. Pascal había osado desoír la consigna del hombre de Waterloo de que se impidiera al PSOE desalojar del Gobierno al PP. La prioridad de Puigdemont era evitar que la más mínima onda quebrase el espejismo independentista de que España es sinónimo indivisible de derechuza: autoritarismo, corrupción, etcétera. Cuanto peor, mejor. Pascal pagó cara su osadía: fue pasada por la quilla en julio, apenas un mes y medio después de la investidura de Sánchez. Y este domingo acaban de ser liquidados los diputados en el Congreso discrepantes del credo puigdemontista, como los veteranos Campuzano Xuclà

Puigdemont huye hacia delante y apuesta por bloquear la política española desde que fracasó la intentona unilateral. Cuanto peor, mejor. En su huida, intenta nuclear un movimiento nacionalpopulista basado en el culto a su liderazgo hipertrofiado. Justicia española al margen, dos obstáculos se interponían entre el ‘expresident’ y su objetivo. El primero, la dirección del PDECat, ya ha sido doblegado. No hay un liderazgo visible entre los moderados, así que no se divisa una amenaza cismática inminente. A partir de ahora, Puigdemont puede concentrar todas sus fuerzas en la pugna contra el segundo: ERC y su líder preso, Junqueras, el antagonista principal del hombre de Waterloo. La vieja guerra por la hegemonía en el nacionalismo catalán puede estar llegando a las últimas batallas.

Guerra sin complejos

Quizá no sea una guerra sin cuartel. Pero sí es una contienda sin complejos. Junqueras quiere librarla envuelto en una pretendida aura de Mandela catalán. Su declaración ante el Tribunal Supremo disipó cualquier duda al respecto. Y Puigdemont, que el 21-D le birló la cartera a ERC con la promesa rota de regresar, ataca de nuevo como candidato fantasma, esta vez en las europeas y contra Junqueras. Candidato fantasma: debería acudir al Congreso para recoger el acta. Si lo hiciera, sería detenido; si no, no obtendría el escaño. En cualquier caso, adiós Bruselas. Y los votantes, a dos velas.