Dos miradas

Enfermamos

La adulación a los líderes, la proclamación de dogmas y la lapidación del discrepante son signos de que Catalunya se empequeñece

Declaración de Manel Castellví  en el juicio del proces

Declaración de Manel Castellví en el juicio del proces

Emma Riverola

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Testificaba el comisario Castellví ante el Tribunal Supremo y el aparato propagandístico del ‘procés’ afilaba las uñas. No tardó en hacerle trizas en los más variados escaparates mediáticos y en horario preferente. Con un vocabulario que iba del cortés al soez, el diagnóstico era el mismo: el jefe de información de los Mossos el 1-O mentía. No puede ser de otro modo. No solo porque su declaración perjudica a los acusados, sino porque desmonta el mito de un pueblo tocado por la mano de Pau Casals en el que es imposible, físicamente imposible, que pueda darse un conato de violencia. Nadie en su sano juicio puede poner en duda este dogma del ‘procés’. Nadie, por supuesto, que no sea un traidor.

Aferrados a un relato salvador, negando cualquier posibilidad a otra visión de los hechos que no sea la dogmática, Catalunya se empequeñece. Y no únicamente porque esté fragmentada. Hay demasiados signos de la enfermedad del ensimismamiento. Desde una adulación extrema e inmerecida a unos líderes que, como mínimo, pecaron de irresponsables (ahí están, encabezando las listas electorales) al desprecio sistemático de los grises, quizá por temor a que revelen el riesgo, la pobreza y la intransigencia del blanco y negro. Se han elevado expresiones hueras de sentido al altar de los dogmas. Y se ha perdido toda la vergüenza a lapidar a personas como Castellví desde las atalayas públicas. Enfermamos. Y quizá ni nos damos cuenta.