Opinión | Editorial

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8-M, la revolución ya está aquí

De nuevo se oye con fuerza el grito necesario de una lucha contra una injusticia que solo puede ser corregida y reparada

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No ha desaparecido su eco. No se ha desvanecido la fuerza de la unión ni las huellas de su paso masivo por las calles. El 8-M del pasado año ha quedado grabado en la memoria colectiva como un momento definitivo. La suma de muchas y heroicas luchas por la igualdad, el grito unánime contra una violencia insoportable y el compromiso de una multitud de mujeres, y también de hombres, de combatir un machismo que agrede, humilla, silencia o minusvalora a la mitad de la población por su condición de mujer.

Aquel 8-M cambió la mirada de la sociedad. Las mujeres sintieron como nunca el poder de la unión y los hombres empezaron a mirarse a sí mismos, preguntándose cuál tenía que ser su papel. No siempre la respuesta ha sido positiva. En un año ha cambiado el panorama políticoel panorama político. Es evidente que el machismo no desaparecerá sin plantar batalla, pero también que el feminismo no va a bajar los brazosel feminismo no va a bajar los brazos. La sociedad entera se juega un futuro más justo, más libre e igualitario. Un compromiso que este diario alienta y queda expresado en la ilustración de la portada. La revolución ha llegado para quedarse.

Múltiples violencias

No hay espacios libres de discriminación. La pobreza y la precariedad se hincan con más saña en las mujerespobrezaprecariedad. Los cuidados se acumulan sobre sus hombros y el terreno laboral es un territorio plagado de obstáculos para ellas. La conciliación aún es una bonita palabra cargada de utopía mientras que la violencia, las múltiples violencias, son la tosca y cruel realidad. Un sufrimiento que recae directamente en unos cuerpos concretos, pero que sienten todas las mujeres transformado en miedo. Los monstruos no habitan solo en los cuentos.

Las cifras de la discriminación laboral son abrumadoras. Las mujeres son el 46% de la población activa, pero el 75% de sus empleos (según datos del Instituto Nacional de Estadística) son de carácter temporal. Demasiado a menudo, el cuidado de los hijos o de los padres pasa por delante de su carrera profesional. Su generosidad no es reconocida socialmente y es penalizada por unas pensiones raquíticas que ensombrecen su futuro. La discriminación laboral empieza muy pronto. Según un estudio del Observatorio Social de La Caixa, las mujeres tienen el 30% menos de posibilidades de conseguir una entrevista de trabajo presentando un currículo idéntico al de un hombre. El porcentaje se eleva el 35,9% en caso de tener hijos. Las dificultades acompañan a las mujeres en todo el espectro laboral. Solo el 20,3% de los cargos directivos de las empresas que cotizan en bolsacargos directivos están ocupados por mujeres.

Pero más allá de las cifras están los rostros. Muchos resultan conocidos, incluso es posible verlos reflejados en el espejo. Mujeres tratando de superar la trampa de la conciliación, conviviendo diariamente con el peso laboral y del hogar, sometiéndose al estrés de abarcar lo inabarcable. Mujeres inmigrantes convertidas, independientemente de su formación, en cuidadoras sometidas a unas condiciones demasiado cercanas a la esclavitud. Viudas con pensiones que apenas sirven para paliar el hambre. Hijas que cuidan de padres enfermos sin ninguna ayuda, renunciando a todo... Demasiado a menudo, las mujeres aguantan los males de una sociedad que ha olvidado cuidar de los más débiles. También demasiado a menudo, no hay hombres junto a ellas.

Las mujeres exigen respuestas y los hombres tienen la obligación de escuchar y comprometerse en las soluciones. Toda la sociedad debe implicarse en la transformación, pero la política es imprescindible para progresar. Son muchos los campos en los que actuar. Educacióntrabajo y cuidados son las tres áreas principales. Educar en el respeto, la diversidad y la igualdad. Seguir adelante con las reformas laborales que combatan la brecha salarial, favorezcan la conciliación y trabajen por la corresponsabilidad familiar. Y socializar los cuidados. La mujer no puede seguir cubriendo los déficits de una sociedad cada vez menos protectora. Este viernes, 8-M, de nuevo se oye con fuerza el grito necesario, imprescindible de una revolución, la lucha contra una injusticia que solo puede ser corregida y reparada.