Dos miradas

¿Antónimos?

El 8 de marzo sigue siendo indispensable, justo y necesario porque las reacciones al feminismo avanzan en la línea de considerarlo una perversión equiparable al machismo

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Josep Maria Fonalleras

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He oído que convocar una huelga en una fecha recurrente, protestar un día al año, cada año el mismo día, tiene el peligro de derivar la reivindicación hacia el camino del folclore, pasando por el sendero del ritual. Me han llegado voces tendentes a menospreciar la necesidad de una huelga que es tan transversal que incluso cuenta con el apoyo de la reina Letizia, que ha vaciado de contenido la agenda del 8 de marzo. Quizá tienen razón: la parte positiva del feminismo contemporáneo (la irrupción como corriente de pensamiento que enmarca no solo una reflexión sobre la mujer sino un replanteamiento radical del corpus social) tiene la contrapartida de una generalización hecha a partir de tópicos que permite estirar y encoger las quejas en función de la ideología de cada uno y atendiendo al perfil bajo de reivindicaciones que son tan nítidas y cristalinas que todo el mundo se puede bañarse en ellas.

El 8 de marzo, sin embargo, sigue siendo indispensable, justo y necesario, porque las reacciones al feminismo (tanto las más burdas como las más hipócritas, las más altisonantes o las que intentan ser más sutiles) avanzan en la línea de considerarlo una perversión equiparable al machismo (¡qué antiguos que son!) sin calcular, o calculando demasiado que el primero es una insurrección por la dignidad y, el segundo, una soberbia defensa del statu quo. Quieren que sean antónimos, pero pertenecen a universos éticos muy alejados entre ellos, tanto que son incomparables.