IDEAS

Mecenazgo de blanqueo

Una grua retira la estatua del esclavista Antonio Lopez de su pedestal

Una grua retira la estatua del esclavista Antonio Lopez de su pedestal / periodico

Xavier Bru de Sala

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Güell, López, Sackler ... La asociación no es gratuita. En Estados Unidos se suceden ruidosas protestas contra los Sackler, reyes de la mortífera codeína, que se blanquean con donaciones al arte. Aquí, todo el mundo pasa por alto los orígenes esclavistas de las fortunas que ampararon los dos genios de finales del XIX que son la clave del éxito del resurgir de la cultura en Catalunya: Antoni Gaudí, protegido por Eusebio Güell, Jacint Verdaguer por los López.

Las fortunas que ampararon a los dos genios de finales del siglo XIX, Antoni Gaudí y Jacint Verdaguer, tuvieron orígenes esclavistas

El asturiano Antonio López llegó a Cuba como fugitivo y transitó de paria a hombre más rico de España, y en consecuencia marqués de Comillas, gracias a una muy sagaz gestión de la fortuna de su rico suegro, que se apellidaba Bru. Como los propietarios de tantas fortunas amasadas en Cuba con sangre negra y alma inmaculada, el hacendado Bru repatrió familia y capital. Los Güell también pasaron de esclavistas cubanos a industriales catalanes y obtuvieron título borbónico de peaje. No importa que los patriarcas de una y otra familia se cuenten, en el panorama europeo, entre los últimos anti-abolicionistas, partidarios de la esclavitud cuando el mundo ya había condenado su horror.

No debe de ser casualidad que las dos familia entroncaran capitales y genes y la chica López Bru se casara con el joven Eusebio Güell. En fin, tampoco era designio angelical que Antonio López, y más aún su hijo Claudio, se convirtieran en los protectores del poeta catalán más famoso y querido de su tiempo, mosén Cinto Verdaguer; ni que Eusebi Güell se entusiasmara con semejante furor de mecenazgo desbordante por Antoni Gaudí. El blanqueo cultural comenzó antes de Mecenas; la ignorancia voluntaria, con Virgilio.

En descargo de los dos genios catalanes, conste que ambos acabaron, a diferencia de Virgilio, por renunciar a sus protectores, abrazar la pobreza absoluta y encomendarse a la misericordia divina. A ver si les imitan los artistas y gestores del Guggenheim protegidos por los Sackler.