Mirador

El disparate de los naranjas

Ciudadanos se ha lanzado a un absurdo todo o nada, con Arrimadas encabezando la lista por Barcelona para el Congreso

Albert Rivera e Inés Arrimadas en el comité permanente de Ciudadanos

Albert Rivera e Inés Arrimadas en el comité permanente de Ciudadanos / periodico

Joaquim Coll

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Esta legislatura accidentada nació de aquella otra, aún más corta, que inauguró el fin del bipartidismo en diciembre de 2015 sin poder investir a nadie. Mariano Rajoy hizo entonces lo que ha demostrado hacer mejor que nadie, es decir, ganar tiempo, y esperó a que Pedro Sánchez fracasase en su pirueta para llegar a la Moncloa, entonces con el aval de Albert Rivera en el “pacto del abrazo”. Pablo Iglesias, que seguía acariciando el sorpasso al PSOE, votó junto al PP, que a la postre salió reforzado de esa nueva llamada a las urnas, en junio de 2016, hasta el punto de frustrar cualquier alternativa a Rajoy. El “No es No” de Sánchez nos hubiera enviado a unas terceras elecciones, que habrían sido aún más demoledoras para la oposición. Dos años después, solo la sentencia del caso Gürtel, con la credibilidad del presidente del Gobierno gravemente cuestionada por el juez, hizo posible lo imposible en el momento más insospechado, justo después de aprobarse los Presupuestos.

De bruces por la moción de censura

La corrupción se llevó a Rajoy, pero también el miedo del PNV a que un adelanto electoral entregase el poder a Cs, el único partido que se opone al insolidario cupo vasco y que hace un año lideraba todas las encuestas. Solo así se entiende que Rivera haya reaccionado tan visceralmente a la jugada oportunista de Sánchez. Su gran error fue no haber dejado caer a Rajoy a principios de 2018, por la corrupción purulenta de los populares pero sobre todo tras tanta incompetencia para hacer frente a la crisis secesionista en Catalunya. Al líder de la formación naranja le ha pasado como en el cuento de la lechera, soñaba con que el curso natural de las cosas le llevaría a relevar al PP y adueñarse del centro en una marcha fulgurante hacia la Moncloa, hasta que la súbita moción de censura socialista le hizo darse de bruces. Hubiera sido el momento de rescatar el “pacto del abrazo” para evitar que Sánchez fuera rehén de los separatistas, apostando por la centralidad constitucionalista. Pero Rivera no supo tragarse ese sapo, le entraron todas las prisas y se sumó al discurso apocalíptico de Pablo Casado en una lucha por liderar un bloque de derechas radicalizado por la irrupción de Vox. Solo así se entiende el error de la foto en la plaza Colón.  

Los socialistas parten hacia el 28-A con una gran ventaja estratégica porque los bloques son asimétricos. Las derechas solo pueden gobernar juntas, y ese riesgo va a movilizar a la España progresista y periférica. El PSOE, por su parte, con un discurso optimista apuesta por hacerlo en solitario sin descartar ningún apoyo parlamentario. Sánchez se ha convertido así en una opción atrápalo todo, en un refugio de voto útil bajo la bandera del progreso y la convivencia. Y eso se ve ya en Catalunya donde el PSC puede volver a ganar las elecciones. En cambio, Cs se ha lanzado a un absurdo todo o nada, con Inés Arrimadas encabezando la lista por Barcelona para el Congreso. Es un salto prematuro que deja al primer partido catalán sin liderazgo cuando todavía no había demostrado en el Parlament voluntad de ser alternativa de gobierno. El disparate de los naranjas continúa.