La estrategia ante la ofensiva machista

¿Contribuimos a la legitimación de la ultraderecha?

Con las réplicas a sus embates machistas, la ultraderecha logra poner de nuevo en la agenda social temas ya cerrados por consensuados

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / periodico

Gemma Altell

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Hace unos días se incendiaron las redes a partir de la propuesta de Vox en Andalucía: pedían los nombres de las personas que trabajan en la Junta andaluza en el abordaje de la violencia de género con el evidente fin de realizar una “purga” ideológica. Interpretan pues, que si eres feminista, tu capacidad profesional en relación a la valoración de la violencia de género está mermada. Automáticamente las redes reaccionaron: las personas con una mínima sensibilidad con respecto a esta cuestión mostraron su oposición. Se consideren feministas o no. Más concretamente se impulsa la campaña: 'Yo trabajo contra la violencia de género' con el hashtag #ApuntaMiNombreVoX, a la que yo, entre muchísimas compañeras y compañeros, me he sumado.

Vox da coartada al PP y Ciudadanos para radicalizar sus discursos y aparecer como no ideológicos y, a la vez, mostrarse como moderados

Todo ello es una reacción lógica y deseable ante este avance imparable de la ultraderecha que hace peligrar nuestros derechos de ciudadanía y, muy especialmente, los de las mujeres y otras personas del colectivo LGTBI. Sin embargo no puedo evitar preguntarme hasta qué punto, sin querer, les seguimos el juego con nuestras reacciones. Al responder a sus embates, ¿los legitimamos como un interlocutor válido? Me parece importante reflexionar sobre la legitimación que les ofrecemos cuando consideramos que sus propuestas deben ser rebatidas.

La tentación es grande y el miedo a volver a otros tiempos es, si cabe, aún peor, pero no podemos olvidar que lo que están planteando es ilegal. No cabe dentro de la legislación española actual. Por consiguiente, “lucharlo” en los medios de comunicación puede transmitir, en sí mismo, el mensaje de una necesidad de lucha para parar lo que en definitiva es un despropósito como es esta caza de brujas.

Es cierto que el sistema judicial español está muy denostado en los últimos tiempos y razones no faltan, pero también lo es que existen unos consensos sociales intocables y el abordaje de la violencia de género es uno de ellos en este país. Queda mucho camino por recorrer hacia delante y hay discrepancias políticas profundas sobre la relevancia social y, por consiguiente, la presupuestaria que debería tener la violencia pero hasta hace unos meses no había cuestionamiento de las distintas leyes de violencia de género ni de los distintos colectivos profesionales que las desplegaban. Vox ha introducido una falla social en nuestro sistema. La mayoría de sus propuestas no son legales ni legítimas y responden a una minoría social incluso en Andalucía donde -estoy segura-, much@s de sus votantes se han quedado perplej@s al conocer más en profundidad su ideario.

Desgraciadamente, y a través de propuestas esperpénticas, lo que sí consigue Vox es poner de nuevo en la agenda de nuevo temas cerrados por consensuados. El ruido mediático nos obliga a volver a argumentar -como si fuera necesario defenderlo- las libertades más fundamentales. Por ejemplo, pretender que las profesionales que no se declaren feministas son más objetivas para evaluar la violencia de género; como si no ser feminista no fuera una ideología también; como cuando alguien dice que es apolítico y con ello pretende no tener ideología. La ideología siempre opera en nosotr@s porque la neutralidad no existe. En todo caso el feminismo se ha dotado de un corpus de conocimiento teórico tan válido o más que cualquier otro análisis social, político o económico.

El gran peligro

En la línea de “jugar” con la aparente neutralidad ideológica ante algunos temas es donde radica lo que sí me parece especialmente preocupante y donde debemos poner el foco: la deriva discursiva ultraderechista del PP y Ciudadanos a la sombra del relato de Vox. Aquí radica el gran peligro. Pueden ser fuerzas muy importantes-sumadas- en términos cuantitativos en las próximas elecciones y están aprovechando este nuevo cuestionamiento de los consensos para radicalizar sus discursos y, a la vez, aparecer como no ideológicos. Vox les da coartada. Tener a alguien más a la derecha les facilita mostrarse como moderados, racionales, solventes…

Una vez más es en este punto donde nos encontramos con este machismo camaleónico que, consiguiendo centrar nuestra atención en los radicales de Vox, emerge dando la imagen de una derecha moderada. Esta es la nueva cara patriarcal: moderación, racionalidad y solvencia. Una vez más el estereotipo de la masculinidad tradicional. Se definen, también una vez más, como el opuesto a la emocionalidad, la desmesura y la impredictibilidad como características asociadas al estereotipo femenino tan denostado en este nuestro mundo.