ANÁLISIS

Cumbre Trump-Kim: hasta que los focos les separen

El presidente de EEUU impulsó una nueva cumbre para la desnuclearización de Pionyang más pendiente del efecto en las redes sociales

Trump y Kim Jong-Un se saludan en Hánoi (Vietnam).

Trump y Kim Jong-Un se saludan en Hánoi (Vietnam). / periodico

Rafael Bueno

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Vivimos en un nuevo mundo en el que la imagen y la inmediatez  son capaces de ocultar su propia complejidad, y la inestabilidad que está provocando. El presidente estadounidense, Donald Trump, es muy consciente de ello y del papel que las redes sociales pueden jugar a su favor. Es por ello, que tan solo ocho meses después de la primera cumbre con el líder norcoreano, Kim Jong-un, haya decidido volver a convocar, esta vez en Vietnam, a los focos mediáticos mundiales para este segundo encuentro entre ambos.

Si en el encuentro de Singapur el único resultado tangible vinculado a la desnuclearización del régimen norcoreano fue un comunicado conjunto en donde Pionyang se mostraba dispuesto a trabajar para la completa desnuclearización de la Península coreana, algo que ya había asegurado en el 2005 y en el 2007, en este ni siquiera se ha obtenido una declaración similar y augura un futuro más incierto.

Llegados a este punto, el tema clave sigue siendo ponerse de acuerdo en qué significa la desnuclearización de Corea del Norte pero también de la Península Coreana, en definitiva, que consigan hablar el mismo lenguaje aunque sea en idiomas diferentes. En segundo lugar, sería importante suavizar las sanciones económicas, aparente motivo del fracaso de esta cumbre, ya que continúan apretando, pero no ahogando a Pyongyang  gracias a la ayuda asistida del régimen chino.

Popularidad

El levantamiento parcial de estas sanciones, que requieren la aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, permitiría a Washington tener un mayor margen de exigencia para conseguir la desnuclearización completa y verificable de sus programas. Al mismo tiempo, esta medida facilitaría a Corea del Sur empezar el ansiado programa de cooperación económica y cultural a todos los niveles y ayudaría presumiblemente también para aumentar los índices de popularidad del presidente, Moon Jae-in.

En tercer lugar, es imprescindible establecer una hoja de ruta realista, que incluya la firma de un tratado de paz, y que abra el camino a la normalización diplomática entre Pionyang y Washington, siguiendo el modelo que ya pusieron en práctica en el 92 Pekín y Seúl. Conviene no olvidar que el armisticio fue firmado por Naciones Unidas y Corea del Sur rehusó hacerlo.

Estas medidas deben dirigirse a conseguir la desnuclearización completa, verificable e irreversible con la ayuda de los inspectores internacionales que garanticen dicho proceso. En cualquier caso, es importante para la región que cualquier acuerdo al que llegue el presidente Trump, no represente un compromiso a corto plazo, más complicado después del resultado de esta cumbre, para satisfacer sus necesidades domésticas o sus futuros intereses económicos y deje vendidos a Corea del Sur y a Japón a merced de los misiles de corto y medio alcance norcoreano, mercadeando Los Angeles y Chicago por Seúl y Tokio.

Escenarios

Ante esta compleja situación, los escenarios posibles bajo la Administración Trump se pueden resumir en dos. El primero es que EEUU acabe aceptando tácitamente una Corea del Norte nuclear con un programa reducido en sus capacidades. Y el segundo, volver a la confrontación verbal del 2017 acompañado de las negociaciones previas en busca de la eliminación de un programa nuclear que sigue siendo el único salvavidas para la supervivencia de la élite en Piongyang.

Cualquier de los dos parece más realista que una perpetua luna de miel entre un presidente estadounidense que se enfrentará el año que viene a la reelección y quizás un impeachment  y  el "muy honorable fantástico" Kim en palabras del propio Trump.