Geometría variable
Arrimadas contra Puigdemont
El giro a la derecha coincidiendo con el juicio del Supremo tiende a perjudicar a Cs
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
Hubo un tiempo en el que en Alemania se decía que las elecciones sobraban. Gobernaba la democracia cristiana cuando el partido bisagra, el liberal, quería. Y los socialistas cuando los liberales cambiaban de aliado. Hace tiempo que Albert Rivera renunció a ser un liberal alemán. Ahora quiere que Cs aglutine a la derecha y por eso no votó la moción de censura. No quería aparecer como un aliado de la izquierda ante el electorado conservador.
Es una opción legítima, pero nada fácil. En Andalucía -pese a haber subido mientras el PP bajaba- no logró superarlo. La razón fue la irrupción de Vox.
Y ahora en España le puede pasar lo mismo. O peor. La encuesta de EL PERIÓDICO no sólo les sitúa a cinco puntos del PP, sino que Vox, con un 13% del voto, le pisa los talones ya que Cs se queda en el 14,5%. Los datos son similares en la de 'El Mundo' y parece que hay alguna en la que Vox sobrepasa a C¿s y queda como tercer partido.
Rivera ha reaccionado con un volantazo a la derecha: promete no pactar con el PSOE y traslada a Arrimadas, que tiene tirón, al Congreso de Madrid.
Pero con una Catalunya sumamente pendiente de las sesiones del Supremo y mayoritariamente contraria a la acusación de rebelión y a las largas prisiones provisionales, el giro a la derecha es una operación con riesgos evidentes ya que descuida el siempre decisivo centro. Y lo de Arrimadas puede descarrilar. Cierto que sus electores catalanes -por eso han crecido- lo que quieren es frenar al independentismo. Les dará igual que lo haga desde el Parlament o desde el Congreso.
Pero la necesidad de superar a Casado y Vox, y la tendencia de Arrimadas a la foto-oportunidad, la arrastran a la extravagancia. La extraña excursión a Waterloo para estar diez minutos ante la casa de Puigdemont y rodeada de una veintena de seguidores fotografiarse con una gran pancarta que decía 'La República no existe', aparte de un estúpido dispendio, es un disparate.
La líder de la oposición debe enfrentarse al 'president' en el Parlament, no en Waterloo ante un exilado. Y el diálogo, aducido al principio, debe encauzarse en la comisión de partidos aceptada al final por Torra a instancias del PDC y ECP y a la que nunca ha asistido.
Puigdemont ya ha demostrado sobrada capacidad de propaganda y Arrimadas no gana nada contribuyendo a su notoriedad. A no ser, claro, que sea lo que se pretende.
Arrimadas piensa que la figura de Puigdemont engorda a Cs. Y eso pasó el 21-D cuando votantes tibios de la antigua CiU y asustadizos del PSC encontraron en Arrimadas el voto útil y joven contra el independentismo. ¿De dónde vino si no -aparte del PP- su 25% en las elecciones del 2017?
Pero las cosas cambian. El juicio del Supremo demuestra que Catalunya no puede estar siempre dividida y para muchos de esos electores la independencia ya fracasó. La clave hoy es superar el conflicto. Y las encuestas indican que JpC y Cs bajan. La polarización Arrimadas-Puigdemont no funciona como entonces. Y querer ser más papista que el PP y Vox quizás reste más que sume.
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