¿Un balón de oxígeno para el 'brexit'?

La política se ha convertido en rehén de la inmediatez, de la subasta y de las 'fake news'

La primera ministra británica, Theresa May, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en un encuentro en Bruselas el pasado diciembre.

La primera ministra británica, Theresa May, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en un encuentro en Bruselas el pasado diciembre. / periodico

Salvador Martí i Puig

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Un nuevo plazo. Una extensión. Una prórroga. Eso es lo que a menudo piden los estudiantes al profesor cuándo no han hecho la tarea y llega la fecha del examen. Algo semejante pidió May a Tusk en la primera cumbre de la Liga Árabe y la Unión Europea celebrada en Egipto ayer y anteayer. Y Tusk parece que aceptó al pronunciar “O un Brexit caótico o una extensión”. Ante ello parece que la salida de Gran Bretaña de la UE prevista para el 29 de marzo del 2019 no será y, como consecuencia, vuelven a barajarse un sinfín de fechas posibles, todas ellas condicionadas a los requerimientos de las instituciones británicas y europeas.

¿Cómo es posible que sea tan difícil hacer efectiva la decisión del pueblo británico expresada en un referéndum? En gran medida porque el veredicto del referéndum fue más la expresión de un estado de ánimo y no el dictamen de la ciudadanía frente a propuestas previamente negociadas. Así las cosas, a la hora de hacer efectiva la decisión nadie supo por dónde empezar, sobre todo porque no se esperaba que el 'brexit' fuera la opción vencedora.

Por ello una vez consumado el veredicto ha sido imposible formular propuestas de 'brexit' que generaran el consenso necesario para llevarlas a cabo, tanto en la sociedad, en el seno de los dos grandes partidos, como en el Parlamento. Es más, en cada una de las formaciones se ha acrecentado el disenso. En el seno de los conservadores el ala dura ha llevado la voz cantante y ha arrastrado a May hacia posiciones arriesgadas para la economía y el tejido social del país, pero como no hay alternativa clara a la primer ministra los tories han preferido mantener a May como mal menor. Por otro lado, en el laborismo las voces disidentes que cuestionan a Corbyn (quien tilda a Bruselas de neoliberal) posiblemente anhelan hacerse con el control del partido después de unas elecciones que previsiblemente perderá.

Callejón sin salida

En medio de este guirigay empiezan a surgir parlamentarios de los dos grandes partidos que desertan, creando un grupo que ya suma 12 escaños que pide un nuevo referéndum. Un grupo que va tomando centralidad en la medida que el Partido Laborista  acaba de aceptar que el callejón sin salida de las negociaciones se va haciendo cada vez más evidente. Pero el problema no solo lo tiene el Gobierno de Londres. La UE tampoco quiere una salida de Gran Bretaña sin acuerdo, justo a pocos meses de la celebración de unas elecciones al Parlamento Europeo.

Frente a este lío, la propuesta de una prórroga (que May tendrá que solicitar a los Veintisiete y que solo se concederá si se aprueba por unanimidad) tampoco augura un desenlace feliz. Más bien parece la concesión mutua de un balón de oxígeno. Ante ello los ciudadanos contemplan con estupor la incapacidad de los políticos para hacer frente a los compromisos que, en período de campaña electoral, se tildan de legítimos y exigibles.

En esta tesitura deberíamos preguntarnos por qué las certezas esgrimidas en las campañas se convierten en incapacidades durante los mandatos. La respuesta quizá reside en que la política se ha convertido en rehén de la inmediatez, de la subasta y de las 'fake news'. Justo hoy, cuando la política parece haber perdido poder relativo frente los mercados, y cuando solo se pueden hacer efectivas decisiones si son incrementales y si detrás hay grandes consensos que las apoyen.