El Mobile a ritmo de crucero

Empieza una nueva edición del Mobile World Congress (MWC) en Barcelona. La simbiosis entre al ciudad y este evento que trae a más de 100.000 profesionales de todo el mundo es casi perfecta. Tras unos agitados meses cuando se produjo el cambio de alcaldía, lo cierto es que el equipo capitaneado por John Hoffman se ha sentido definitivamente a gusto con las instituciones que han conseguido también dar un aire más descentralizado al congreso con la Mobile Week o con las actividades en L'Hospitalet.

Todo el mundo sabe que este ciclo acabará algún día pero todo indica que será por el cansancio de los congresistas y los expositores pero no porque sean expulsados por la ciudad ni por sus dirigentes. De manera que nos disponemos a vivir otra semana trepidante con los hoteles del área metropolitana llenos, los restaurantes a pleno rendimiento y toda esa industria auxiliar a un evento como este generando ocupación, por pocos días y precaria pero ocupación al fin y al cabo. Incluso la huelga de los empleados del metro forma ya parte del paisaje del MWC, en esta ocasión con una angustiante reivindicación por el tema del amianto que es tan justa como poco efectiva la protesta planteada. 

Publica una carta del lector

Pero no podemos dejar de lado que estamos hablando de un congreso, de una muestra de las últimas novedades no ya de la telefonía móvil sino de la tecnología digital que hoy en día es hablar de la tecnología a secas y que implica todos los ámbitos de la economía y de la sociedad. El tema de este año es la "conectividad inteligente", es decir, la encrucijada entre la nueva red de telecomunicaciones de gran capacidad que es el 5G; el llamado 'internet of things', es decir, la proliferación de objectos conectados (coches, casas, vestidos, etc.); y, finalmente, la capacidad de acumular y procesar datos gracias al 'big data' y a la inteligencia artificial.

Un mundo lleno de posibilidades como la operación quirúrgica a distancia que se hará coincidiendo con el MWC en el Hospital Clínic pero también de incertidumbres entorno a las nuevas formas de control social. Como ocurrió en el cambio de siglo con los productos financieros, el nudo del asunto es la desregulación o, mejor dicho, la impotencia de las instituciones políticas de fijar unas reglas del juego equitativas. Una tarea aún más complicada cuando en la ecuación intervienen actores tan excéntricos como Donald Trump o el Gobierno chino.