El conflicto catalán

De la huelga obrera a la protesta amarilla

La huelga del día 21 fue una protesta de lazos amarillos protagonizada por estudiantes adolescentes, jubilados sin estrecheces, algunos comerciantes y una parte del funcionariado, sobre todo de la enseñanza

Concentración en plaza Universitat durante la huelga del 21-F

Concentración en plaza Universitat durante la huelga del 21-F / periodico

Joaquim Coll

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Hay coincidencias históricas que nos iluminan sobre cómo analizar el presente y el sentido de las palabras. En este caso del término huelga general. En 1919, nuestro país fue pionero en Europa en establecer por decreto la jornada laboral de ocho horas. Este éxito de las reivindicaciones obreras fue posible gracias a la huelga de La Canadiense, importante fábrica de electricidad de la empresa Barcelona Traction fundada por el canadiense Pearson. El conflicto laboral se inició en febrero de ese año y pronto se transformó en una huelga general que paró la ciudad entera y las industrias catalanas un mes y medio. Tuvo una influencia muy positiva para el fortalecimiento del sindicalismo en toda España. La poderosa CNT, dirigida por la figura carismática de Salvador Seguí, logró el objetivo de las ocho horas, cuya reivindicación habían iniciado los obreros de Chicago en 1886 y que dio lugar a la celebración del 1 de Mayo.

Un siglo después, en las mismas fechas, ha tenido lugar una pretendida huelga general que nada tenía que ver con las reivindicaciones sociales de los trabajadores. Como en diciembre pasado, fue un paro político impulsado por el Govern separatista con la cobertura de un sindicato minoritario, los CDR y sus entidades afines.

La huelga general del 21 de febrero se hizo sin sindicatos de clase, no fue general y ni tan siquiera merece el calificativo de “huelga” al carecer de contenido laboral. Fue una protesta de lazos amarillos protagonizada por estudiantes adolescentes, jubilados sin estrecheces, algunos comerciantes y una parte del funcionariado, sobre todo de la enseñanza. En Euskadi, la izquierda abertzale con el sindicato LAB también intentó en los años de plomo dañar la vida socioeconómica para exigir la liberación de los presos de ETA y la autodeterminación. Quiten afortunadamente el terrorismo, pero en Catalunya el separatismo nos empuja a esa misma dinámica autolesiva. Pese al fracaso de la pretendida huelga, aquí es peor porque la protesta 'lazista' se impulsa a diario desde los medios públicos y las instituciones autonómicas que son de todos los catalanes.