El valor de una mascota

Piper: mi perra inmortal

Ella me devolvió la vida cuando llegó, en un momento en el que yo pasaba una mala época, y ahora yo le he dado la muerte digna que se merece

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Imma Sust

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Escribo este articulo entre lágrimas. Ha muerto mi perra Piper. Mi perra inmortal. Veinte años de vida y 12 a mi lado.  Mi princesa, mi compañera, mi amor incondicional. Pasó San Valentín conmigo y se marchó el viernes, 15 de febrero. Llevo años despidiéndome de ella, era muy vieja para ser un perro, pero al final acabé convencida de que era inmortal de verdad y ahora no me hago a la idea. Las familias perrunas ya saben de qué les hablo, las que no han convivido jamás con un animal, igual piensan que estoy loca. Lo que tengo claro es que con un animal en casa, uno siempre es más feliz.  No solo porque los peludos son nobles, buenos, cariñosos y uno más de la familia. También porque nos reciben con alegría siempre y nos acompañan en los momentos tristes sin juzgarnos. Cuando estamos enfermos no nos piden salir con ansia a la calle y cuando estamos tristes nos lamen las lágrimas de la cara. Se me hace difícil y raro llorar sin ella. ¿Quién me sacará a pasear ahora?

Hay momentos en la vida en los que hay que meterle ovarios y actuar.  Pero si tienes a alguien a tu lado, como el veterinario Isidro del Hospital Veterinari Glòries de Barcelona, todo se hace más llevadero. Es el veterinario más humano que he conocido en mi vida y créanme, he conocido a unos cuantos. Tuve la suerte de participar en el programa 'Bestial' de La Sexta. Se grabó en el año 2011 pero sigue en antena. No, yo no cobro ni un duro por cada reposición. Cosas de la tele. Pero si Mediapro se anima algún día a grabar más programas, lo volvería a hacer encantada.

No quiero que sufra

Visitando veterinarios mañana, tarde y noche conocí a Isidro. A él y a su equipo. No dudé ni un momento en llevarle a mi perra Piper. Antes tenía un veterinario de esos gruñones que tratan a los perros como si solo fueran eso, perros. Operada de la matriz, una hernia en la espalda, los dientes hechos polvo, una artritis cada vez más grave…, hasta que llega el momento. Aunque adoro su compañía y la vida sin ella se me va a hacer más amarga, lo tengo claro. Va a ser duro pero hay que hacerlo. No quiero que sufra, no quiero que agonice. Se me parte el alma solo de pensarlo.

Ella llegó a mi vida en un momento complicado para mí. Era el año 2007, yo pasaba una mala época. Sufría mucha ansiedad y me sentía muy sola. Me dio la vida. Me salvó. Me obligaba a levantarme de la cama, a salir a la calle. ¡A vivir! Me conectó con mis vecinos, hablaba cada día con la gente del barrio y poco a poco fui recuperando la alegría. Ella me ha dado la vida y yo le voy a dar la muerte digna que se merece, pensé mientras me la llevaba a la clínica.

Te queda una sensación parecida a cuando finaliza una relación de amor. Crees que jamás te volverás a enamorar

Desconectó de este mundo comiendo chucherías mientras le hacía efecto el sedante. Se durmió en su cesto con el morro apoyado en mi mano y sin dejar de mirarme. Fue muy triste, pero a la vez muy bonito. Sensación muy difícil de explicar. Se la entregué a Isidro, dormidita y feliz. No quise verla más. "Confío plenamente en ti", le dije antes de que se la llevara para practicarle la eutanasia. Qué mirada tan bonita, tan tierna y tan de verdad. La recordaré así. Y pidiendo salchichón a Filiberto en el bar del chino, dejándose olisquear por todos los perros del barrio y corriendo por la playa de Tossa con su mejor amiga, Tami. Tan auténtica y tan mágica.

Jamás encontraré a una perra como ella. Los que la conocieron saben que era especial. Todos los que tenemos perro pensamos esto del nuestro, pero en mi caso les prometo que es así. Era una perra que, para empezar, no ladraba. No corría cuando le tirabas una pelota y no se quejaba nunca. Al principio, pensaba que era muy tonta, pero con el tiempo me di cuenta de que era más lista que nadie. No gastaba energía en cosas inútiles. Si le tirabas una albóndiga en lugar de una pelota sí que corría. Si pasaba algo peligroso, sí que ladraba. Una vez me despertó porque el señor José, nuestro vecino, había fallecido. Y no se quejaba cuando le daba un ataque de artritis. Si podía andar lo hacía y si no podía, pues no lo hacía. ¡He aprendido tanto de ella! El ser más bueno que he conocido jamás. Estos últimos meses ha aparecido una gata en casa y creo, sinceramente, que Piper no se ha ido hasta que no ha visto que me dejaba bien acompañada. Pobrecita, no sabe que es insustituible. La sensación es parecida a cuando finaliza una relación de amor. Crees que jamás te volverás a enamorar. Te parece imposible. En este punto estoy yo ahora. He hecho lo que tenía que hacer, pero me siento profundamente triste y no quiero tener otro perro nunca.

Gracias por todo, querida Piper. Nunca te olvidaré. Y el día que lo haga, el día que me olvide de ti y de todos, el día que no sepa ni quién soy, el día que no me pueda valer por mí misma, ese día solo espero tener a alguien cerca que me quiera tanto como yo te he querido a ti, para poner fin a mi vida y darme una muerte digna sin sufrimiento. No pido más.

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