Obligaciones morales

Derechos laborales

La condesa de 'Downton Abbey' se preguntaba qué era un fin de semana porque nunca trabajaba. Los autónomos lo hacemos justo por lo contrario

Maggie Smith, en su papel de condesa de Grantham en 'Downton Abbey'.

Maggie Smith, en su papel de condesa de Grantham en 'Downton Abbey'. / PBS

Isabel Sucunza

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En casa a menudo bromeamos con aquella escena de la serie británica 'Downton Abbey' en la que la matriarca de la familia protagonista -una anciana insultantemente rica y con unos centenares de empleados a su servicio- escucha por primera vez en una comida familiar el sintagma 'fin de semana'. En ese momento, deja de comer, mira a quien lo ha dicho, que explicaba que esa era una de las reivindicaciones de las protestas de los trabajadores, y exclama con mueca entre asqueada y de curiosidad: “¿Qué es un fin de semana?”

Bromeamos con eso, sí, pero queriendo decir justo lo contrario a lo que quiere decir la Condesa de Grantham, que es el nombre de ese personaje, porque si bien ella realmente no sabe qué es eso porque nunca ha trabajado, nosotros, como cualquier autónomo de los que vivimos regular o peor según ya no las horas que trabajemos sino las facturas que tengamos la suerte de cobrar ese mes, la mayoría de sábados y domingos los tenemos que pasar atendiendo la librería o escribiendo en el ordenador.

Yo, a estas alturas, aún no sé si los derechos de los trabajadores han acabado de calar como deberían de haberlo hecho, o sea, como obligación moral y no digamos legal.

Últimamente no es raro ver cómo, cada vez que se convoca una huelga, sindicatos y medios se ven en la necesidad de recordar que secundarla es un derecho y que es obligación del empresario respetar la decisión que tome al respecto cada una de las personas que trabajan para él.

Tampoco es poco habitual que se descubran infracciones en los sistemas de contratación de trabajadores tanto por parte de 'start-ups' de nueva hornada como por parte de incluso empresas públicas y de grandes grupos.

Pero lo más sorprendente de todo es cómo son los mismos trabajadores, que a fin de cuentas son los beneficiarios de estos derechos, los que no tan solo no lo denuncian, sino que parecen dispuestos a poner el grito en Twitter en defensa de estas empresas que hacen trampas, a base de aprovecharse de vacíos legales, para escatimarnos estos derechos que, como decía antes, evidentemente, no han acabado de calar.