Política e I+D+I

La ciencia en las nuevas elecciones

La campaña electoral no dejará margen suficiente para hablar sobre investigación

Pere Puigdomènech

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No se hablará mucho de ciencia en los próximos debates electorales. Lo podemos tener por bien probable. Esto no quiere decir que aquellos a quienes nos interesa el tema no la tengamos que considerar a la hora de tomar nuestras decisiones. Veremos qué dicen los programas electorales, si dicen algo, que tampoco costaría tanto ser originales en un tema que no provoca debates acalorados. Por ahora podríamos prepararnos considerando lo que ha sucedido en los últimos años.

Lo cierto es que la época que comenzó con la crisis de 2009 ha sido especialmente negativa para la investigación científica en España. Se congelaron las plantillas de investigadores y de profesores de universidad y los fondos destinados a la investigación disminuyeron un 30%. Ya hemos repetido los graves efectos sobre la ciencia y la universidad que han tenido los recortes que se han ido haciendo los últimos 10 años y que han ido siendo revertidos de forma muy parcial. El Gobierno anterior había ido aumentando de forma muy lenta la financiación y las convocatorias de personal. El Gobierno actual había previsto en su presupuesto un aumento de un 5% de los fondos públicos para la investigación y también había llegado a un acuerdo con los sindicatos para estabilizar a 1.322 contratados del CSIC. Un Real Decreto con medidas urgentes para la investigación había sido publicado, pero no es seguro que pueda ser ratificado por el Parlamento tras la convocatoria de elecciones. Por lo tanto, vista la parálisis del Gobierno precedente, el Gobierno que ahora termina sus funciones algo había propuesto.

Añadir dinero a los fondos para la investigación y proponer medidas para un mejor funcionamiento para la investigación son acciones positivas, pero lo que no se ha hecho hasta ahora es definir cuál es el modelo para la investigación científica que se propone para el Estado español. Dicen que las épocas de crisis son las apropiadas para hacer reformas, pero lo que ha pasado en el último periodo ha sido lo contrario. Si algo hizo el Gobierno anterior fue publicar normas que hacen el trabajo administrativo del sistema de ciencia más rígido y menos eficiente. Una de las estructuras que se crearon, la Agencia Estatal de Investigación, ha tenido un funcionamiento burocrático tan enrevesado que sus gestores bastante trabajo tenían con mover papeles para conseguir hacer alguna convocatoria. Las medidas recientes, de hecho, revertían algunos de los aspectos más paralizantes de los cambios anteriores. Hay que decir que en Catalunya el sistema ha ido funcionando según el sistema anterior, que tiene algunos aspectos más innovadores y eficientes. Pero el sistema no se ha librado de un incremento de controles a menudo asfixiantes y no tener presupuestos aprobados durante dos años ha complicado la vida a todo el mundo y ha hecho difícil tomar decisiones.

Por todo ello la situación sería la adecuada para hacer propuestas de futuro. Y esto es en teoría para lo que deberían servir las campañas electorales. Puede que alguna asociación o algún diario tengan la oportunidad de preguntar a los partidos políticos qué quieren hacer en política científica en los próximos años. Lo más fácil será decir que aumentarán el dinero para la ciencia. Si responden que cumplirán con la promesa hecha en el año 2000 de alcanzar o superar el 2% del PIB (ahora hemos bajado al 1,4%) no les crean, sobre todo si, además, dicen que bajarán los impuestos. Cuando hay déficit, uno de los primeros capítulos que sufre es el de la investigación. El dinero es importante, pero lo es también la política de personal y de gestión del sistema. Habría que preguntar qué tipo de reformas estructurales quieren hacer en un tema o en otro. Y también qué universidad queremos, qué centros de investigación queremos, cómo se relacionan unos con otros y todos ellos con las empresas y con la asistencia clínica.

Objetivamente los tiempos que vienen serían apropiados para dar un nuevo impulso a nuestro sistema de universidades e investigación. Hay miles de profesionales que se incorporaron en los años 80 y que se irán jubilando. La conciencia de que no puede seguir todo como hasta ahora ha ido haciendo su camino. También ha quedado patente que no se puede tratar la ciencia como cualquier otro negociado administrativo. Y la experiencia demuestra que las administraciones a todo nivel ganan si colaboran en un tema del que depende el futuro de la economía y de la sociedad. Y si se decidieran a hacerlo nadie les echará a la cabeza críticas feroces porque no es un tema que genere grandes pasiones y en el que se podrían permitir hacer las cosas bien hechas. Miren quién lo intenta con un mínimo de seriedad y tomen sus decisiones.