Dos miradas

Cuánta dignidad

Ya está. Nos engañaron. Ojalá salgan cuanto antes de la cárcel. Pero que aparquen las lecciones de moral

Rull, Turull y Sànchez, en el juicio en el Tribunal Supremo.

Rull, Turull y Sànchez, en el juicio en el Tribunal Supremo.

Emma Riverola

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Arriesgaron y perdieron. La justicia se tomó en serio sus palabras. También la mayoría de los ciudadanos. Los que estaban a favor y los que se oponían. ¿Cómo no hacerlo si aún hablan del mandato democrático del 1-O? Cada día de juicio se cae un poco más el delito de rebelión y se desnuda la gran pantomima que fue todo. Bien para los presos, regular para una sociedad que queda magullada, cuando no herida. Los que durante meses clamaron contra el déficit democrático del ‘procés’ quedan ratificados, pero siguen sin ser aceptados. Asomarse a las redes es comprobar que aún se reparten carnets de traidores… Traidores a un espejismo.

Hay algo terriblemente ofensivo en esa retórica mitad ‘esplai’, mitad grandilocuencia libertaria que tan bien ha conectado con el sentir de una gran mayoría de las clases media y acomodada. Tan cursi, tan almibarada, pero a la vez tan dañina para quien queda excluido. Un succionador de palabras bellas que expulsa a los márgenes de la deshonra a los laicos de la doctrina. Es la revolución de la ‘dignitat’, de la ‘bona gent’. ¡Pero si mintieron más que hablaron! Josep Rull afirmó que el Tribunal Constitucional “carece de autoridad moral por haberse dejado instrumentalizar por el Gobierno”. Y quizá tenga razón, pero sorprende que aún se permita aleccionarnos en términos de ética. Ya está. Nos engañaron. Ojalá salgan cuanto antes de la cárcel. Pero que aparquen las lecciones de moral… Por dignidad.