Al contrataque
La carrera inmóvil
Torra y Puigdemont tartamudean cada vez que se les pregunta hacia adónde van ellos y hacia adónde vamos todos más allá de la continuidad forzosa de la fórmula autonómica que odian
Antonio Franco
Periodista
Antonio Franco
Cuando nos restregamos los ojos vemos que el juicio el juicioes lo único real que tenemos entre las manos. Lo demás son visiones subjetivas. El juicio nos ha traído novedades pero algunas aún no nos las han dicho. Disimulando, las defensas han abandonado la trinchera virginal del "aquí no pasó nada y toca una absolución general" y trabajan desde un terreno más sutil: "lo que pasó, pasó"; "pero no debe castigarse porque lo hizo gente decente elegida democráticamente para hacerlo (aunque luego rebasase sus competencias), no fue violento, no sirvió para nada y, sobre todo, porque una gran parte de este país no quiere que aquello se castigue".
Aún no nos lo formulan así, pero eso es lo que emergerá a medida que pasen las semanas. Probablemente nos lo presentarán como el precio que se pone a no ir a peor. Tendrá además una característica importantísima: no irá acompañado de ningún propósito de enmienda; los 'indepes' continuarán siéndolo e intentarán repetir el salto hacia adelante pero haciéndolo mejor y sin pisotear lo que entonces aplastaron (Constitución y Estatut) porque -dicen- desconocían la capacidad de respuesta del Estado.
Todo este planteamiento va naturalmente más allá de la ley, y si tiene algo que ver con la justicia es con la divina. Antes de que se concrete tendremos momentos procesales en los que los fiscales tendrán que demostrar, si pueden, lo de si existió o no violencia, hasta dónde llegó la intimidación a la mayoría no independentista y si hay una tipificación delictivatipificación delictiva que encaje con lo que vivió este país. A la vista de los primeros compases no está claro que los juzgadores hayan preparado objetivamente bien sus cartas.
Las cuestiones de fondo pintan peor para los 'indepes'. En la marcha de Barcelona del fin de semana pasado casi todos los manifestantes eran conscientes de que el feto de república que llevaban dentro estaba muerto y que ni Quim Torra ni Carles Puigdemont parecen tener el perfil de inseminadores capaces de volver a preñar con lógica política y grandeza procedimental los vientres. Del contenido real y concreto de la república futura ya ni se habla. Torra y Puigdemont tartamudean cada vez que se les pregunta hacia adónde van ellos y hacia adónde vamos todos más allá de la continuidad forzosa de la fórmula autonómica que odian.
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