Las corrientes ultraconservadoras

La ola Trump llega a España

Vox y el PP asumen la aplicación de concepciones basadas en el hipernacionalismo y el odio al pobre

Santiago Abascal y Javier Ortega Smith, a su llegada al Supremo

Santiago Abascal y Javier Ortega Smith, a su llegada al Supremo / periodico

Jesús López-Medel

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Hace casi tres años escribía aquí con el título 'Tengo miedo' un artículo sobre el grave retroceso de derechos humanos en Europa. No había llegado todavía Donald Trump a la presidencia de EEUU. En enero se han cumplido dos años de su toma de posesión.

A pesar de lo que entonces consideraba una disminución clara de derechos y libertades en el Viejo Continente, esto era y es muy manifiesto en países con antecedentes recientes de regímenes totalitarios (Hungría, Polonia, etcétera) pero también en otros lugares con más raigambre democrática como Francia, Italia o España.

Cuando Trump aparece en escena, mostrándose como es, sin ambigüedades ni caretas (aquí abundan), todas las encuestas reflejaron un rechazo claro de los ciudadanos europeos hacia él. Pero, al fin y al cabo, le había elegido su pueblo con gran contraste al escogido por dos veces antes, Barack Obama; la noche y el día.

Pero la fuerza de corrientes neoconservadoras siguió extendiendo su camino en Europa y también en otros lugares, llegando al poder incluso muy peligrosos reaccionarios como <strong>Bolsonaro</strong> en un gran país, Brasil.

Ultras "sin complejos"

Esa corriente de ultras “sin complejos” y contundencia -especialmente con los más débiles- que representa el líder yanqui ha tenido reflejo y extensión en Europa. Ya en julio, hace seis meses, una encuesta revelaba que en Francia, aun manteniendo Trump un alto nivel de rechazo, este había disminuido un 10%.

En España (aunque a muchos no agrade por sus groserías) sucede algo parecido o incluso peor: fuerzas políticas que asumen claramente y sin ambages la aplicación de esas concepciones extremistas, basadas en el hipernacionalismo ('make America great again') y en la aporofobia, el odio al pobre o al débil, sobre lo que recomiendo el último libro así titulado de la catedrática de Ética <strong>Adela Cortina</strong>.

La fuerza emergente Vox es un evidente exponente de ese discurso pero también el PP de Pablo Casado (como sucesor del más reaccionario Aznar), asume gran parte de esas ideas ultras. Y no solo por razones electorales de retener votos que siendo de la derecha radical le iban siempre al PP y que ahora se orientan hacia los emergentes de Abascal, el líder que pide suprimir las comunidades autónomas, cuando toda su vida política hasta hace poco era cobrar de dos CCAA (la segunda, la de Esperanza Aguirre, que acogía en su nido a corruptos y ultras).

Ambos partidos, similares en ideas, también luchan por liderar un patriotismo exacerbado, sobre todo cuando es manifestación de un anticatalanismo que les da votos. Es este, como decía, otro de los dos postulados de Trump que aquí se han contagiado con fuerza: la utilización de la bandera no solo como emblema telar sino del palo que la sujeta para golpear a quienes no sienten esa fe. Esa misma deriva siguen en Cs y no pocos socialistas sureños como Susana Díaz o desde Extremadura. Y es aplicable no solo a los que tengan sentimientos nacionalistas (no españoles) sino también contra los inmigrantes, otro de los ejes del patoso 'Donald Gilito'.