Retorno fallido al taxi
Mi huelga particular
Como usuaria de Mytaxi, Uber y Cabify, decidí, como muchos otros clientes, que si Uber y Cabify dejaban Barcelona, yo dejaba también Mytaxi
Se ha puesto fin a la huelga de taxis. No les hablo de Barcelona ni de Madrid. Les hablo de la mía. Como usuaria de Mytaxi, Uber y Cabify, decidí, como muchos otros clientes, que si Uber y Cabify dejaban Barcelona, yo dejaba también Mytaxi. O todos o ninguno.
Durante estos días, he ido un par de veces al aeropuerto y una vez a la estación de Sants y no me ha costado ningún esfuerzo. ¿Conocen el Aerobus? Es un bus fantástico que te lleva de la plaza Catalunya al aeropuerto por menos de seis euros. Luego está el metro. Ya lo saben: rápido. Y luego las nuevas líneas de bus de Barcelona. Comunicada en horizontal y vertical, es imposible no llegar a tu destino.
Para los no miedosos, hay una aplicación muy practica como eCooltra, que pone a tu servicio motos eléctricas por toda Barcelona. Luego está el Bicing, que se está renovando para darnos mayor servicio y con bicicletas de mayor calidad. Luego, podemos tirar de patinetes, monopatines o la bonita practica del 'footing'. Lo que sea, antes que coger un maldito taxi. ¡No se lo merecen!
Entonces ocurre. Son las cinco de la madrugada, salgo de la disco con un amigo, que vamos a decir que no se le puso bien el gintónic, y de camino al metro, vemos un taxi con su luz verde bien encendida que se para y como mirando a una presa a punto de cazar y prácticamente salivando nos dice: "¿Os llevo?" Me desmorono, mi amigo no se aguanta en pie y pienso que en la vida hay que saber rectificar. Me trago mi orgullo y subo al taxi. Corre, demasiado. Cuando le pido que pare un poco, que mi amigo está mareado, no me hace ni caso. Sigue, por un camino alternativo que desconozco, a toda pastilla. Me doy cuenta de que ni siquiera he pedido un Mytaxi para poder valorar al conductor.
Pillar un taxi a lo loco ya se ha convertido en un deporte de alto riesgo. Mi amigo, de forma totalmente inesperada, abre la boca y hace amago de devolver todo el gintónic que tan mal le había sentado. El taxista enloquece. Y entre los gritos, mi amigo, que parece que ha encontrado la serenidad de golpe, le dice: "¿Se cree usted que yo quería devolver en su taxi? ¡No! ¡Yo lo quería hacer en un Uber! ¡Pero no puedo porque nos los han quitado!"
A mí que me entra un ataque de risa monumental, el taxista que nos echa de malas maneras y volvemos a casa en metro. Felices. Una recaída no es nada, veremos cuanto aguantamos esta vez.
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