EL ANÁLISIS

El arte de la presión alta

Los títulos se celebran mejor cuando son el resultado de un talento sostenido, y no de una serie de genialidades más o menos puntuales

Piqué pugna por un balón con Lamela, del Tottenham.

Piqué pugna por un balón con Lamela, del Tottenham. / periodico

Jordi Puntí

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se suele decir que el fútbol ha cambiado tanto que hoy en día un aficionado de la época de Kubala casi no lo puede reconocer como el mismo deporte. Hoy se corre más, todo es más físico: es la respuesta tópica. Sin embargo, la realidad es que no hace falta ir tan lejos en el tiempo. Busquen en Youtube un partido entero de hace 20 años, incluso uno bueno, de ese Barça del 'Dream Team', y verán que las diferencias son notables a simple vista. En realidad hay dos factores tácticos que lo cambian todo: el aumento de la presión alta y el juego de pies de los porteros. Los delanteros son hoy los primeros defensas, y los porteros se han convertido en los primeros pasadores.

Lo cierto es que la presión alta (y la recuperación de balones) ha dado tan buenos resultados que cualquier equipo ya se atreve, porque además ayuda a disfrazar la falta de gol y embellece el criterio defensivo. Hoy los equipos que juegan a no perder aparcan igual el autobús, aunque no frente a su propia portería, sino mucho más cerca de la del rival (aunque luego en la segunda parte el cansancio les traicione).

Los porteros que saben jugar con los pies también han cambiado el fútbol. ¿Cuánto hace que no vemos pitar una falta por cesión al guardameta? Los porteros defienden hoy mejor su territorio y, acaso como una consecuencia, quedan más expuestos: se cometen más errores dignos de un vídeo viral en Instagram, pero también nos dejan las paradas más increíbles, al más puro estilo Gordon Banks.

El Ajax, siempre fiel

La liga holandesa es quizá el mejor banco de pruebas para este tipo de mejoras y, como ejemplo, el partidazo que hizo el Ajax el pasado miércoles en la Champions. Es cierto que la victoria fue para el Real Madrid, con ese 1-2 engañoso, pero el futbol de los holandeses fue un prodigio en el arte de la presión alta y la recuperación, y además desarrolladas con una alegría de la vida que se contagiaba fácilmente al aficionado al futbol.

No es un asunto menor lo del contagio. O la complicidad. O la empatía. El futbol actual sigue dependiendo de estas alianzas con el aficionado, y uno tiene la impresión de que este año en la liga española van muy caras. El partido del Barça del sábado fue tan extraplano que creó más distancia que proximidad, y los aficionados acabaron viviendo esa victoria crucial casi como un mal menor. En cuanto al Real Madrid o el Atlético, las sensaciones son incluso peores, porque no tienen a Messi -qué obviedad más feliz- y porque su dependencia de un estilo de juego es menos comprometedora que en el Barça.

El beneficio de la duda

En la rueda de prensa posterior al Valladolid, Valverde recordó que hace unos meses, cuando se produjo la exhibición del Barça en el campo del Tottenham, en partido de Champions, el equipo también venía de un período de titubeos. Ese día precisamente el Barça dio una lección en la presión alta, y Ter Stegen estuvo fabuloso. Mientras esperamos la eliminatoria contra Olympique de Lyon, este martes, les concederemos pues el beneficio de la duda, pero les recordaremos que los títulos se celebran mejor cuando son el resultado de un talento sostenido, y no de una serie de genialidades más o menos puntuales.