Amor, mafia y cine

Historias de San Valentín

De todas las películas donde aparece la matanza de San Valentín, mi favorita cumple estos días 60 años: 'Con faldas y a lo loco', esa maravilla de Billy Wilder

'Con faldas y a lo loco', película de Billy Wilder.

'Con faldas y a lo loco', película de Billy Wilder. / periodico

Care santos

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No sé qué me pasa. Pienso que esta semana ha sido San Valentín y lo primero que me viene a la cabeza es la sangrienta matanza del mismo nombre, ocurrida en Chicago el 14 de febrero de hace 90 años. Aunque nunca se le juzgó por ello, desde el primer momento fue atribuida a Al Capone. La literatura y el cine hicieron el resto: hoy nadie lo duda. Al Capone era el primer hijo nacido de un panadero napolitano de Estados Unidos llegado a Nueva York en 1895. También fue, con el rodar de los años, uno de los criminales más despiadados y famosos de todos los tiempos. Y un buen marido para Mae, Mary Josephine Coughlin, la joven irlandesa que se prendó del gamberro italiano, se quedó embarazada de él a los 20, se convirtió en su mujer a los 21 y le amó durante toda una vida de alegrías y sobresaltos y más aún, porque le sobrevivió cuatro décadas. Él la correspondió con la misma pasión, según cuenta su biógrafa, Deirdre Bair, en 'Al Capone. Su vida, su legado, su leyenda' (Anagrama), una biografía que se lee como una exagerada novela negra.

De todas las películas donde aparece la matanza de San Valentín, mi favorita cumple estos días 60 años: 'Some Like It Hot', esa maravilla de Billy Wilder, protagonizada por Jack LemmonTony Curtis y Marilyn Monroe que aquí se llamó, cielos, 'Con faldas y a lo loco'. Es precisamente aquel crimen el que propicia todo el lío argumental y lleva a Lemmon y Curtis a vestirse de mujeres, para escándalo de una buena parte de los espectadores de su época. Cuenta dos historias de amor: el personaje de Tony Curtis finge ser un millonario insensible al amor para dejarse seducir por una Marilyn Monroe explosiva. Jack Lemmon, mientras tanto, distrae al millonario real, que se acaba prendando de él vestido de mujer. Todo ello da pie a la mejor frase final de la historia del cine y a una comedia inteligente y desternillante sobre qué hay de impostura y fingimiento en la naturaleza del amor. También muy apropiada, cerrando el círculo, para celebrar el día de los enamorados.