Análisis

El abuso a la vista de todos

La estrategia con el referéndum y la cutredeclaración de independencia era un órdago que acabaría sentándolos ante la justicia. Pero, claro, otra cosa es acabar ante la Inquisición

Declaración de Oriol Junqueras en el Supremo

Declaración de Oriol Junqueras en el Supremo / periodico

Josep Martí Blanch

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Alguna sonrisa pese a la seriedad y el dramatismo de lo que estamos viviendo. Oriol Junqueras diciendo que le perdonaran la vehemencia pero que le gusta hablar y lleva tiempo sin poder hacerlo; Joaquim Forn de manera espontánea afirmando que la Fiscalía es un poco películera.

Ha sido oír la voz de los dos primeros acusados y ver como las tesis que defienden la Fiscalía y la Abogacía del Estado, de Vox no hace falta tan siquiera hablar, se diluían como un azucarillo. El Estado es víctima de su propio exceso, de su abuso, de su prepotencia y debilidad. Lo fue el 1-O, cuando intentó con porrazos y patadas voladoras interrumpir una votación inevitable que no iba a tener ningún reconocimiento porque el Tribunal Constitucional había dejado claro su ilegalidad. Aquel exceso, aquella prepotencia, aquella violencia de Estado, fue la verdadera victoria independentista del 1-O, no la votación en sí.

Relato de violencia que no existió

Y ahora es exactamente lo mismo. La victoria del independentismo, en términos de capital político, vuelve a pivotar sobre la desmesura de la justicia española y su obsesión por llegar a un juicio con acusaciones sustentadas en un relato de violencia que no existió. Eso fue lo que se vio este jueves. Particularmente en la declaración de FornForn, que sí contestó (a diferencia de Oriol Junqueras) a las preguntas de la Fiscalía y de la Abogacía del Estado.

Hubo momentos en los que el fiscal parecía que quisiera preguntar en realidad a Forn por qué los Mossos d'Esquadra no abandonaron el 1-O el criterio de proporcionalidad en el uso de la fuerza que caracteriza a toda policía democrática. ¿Por qué no repartieron leña?, esa era la pregunta que el fiscal quería hacer. El 'exconseller' de Interior dio una lección democrática, al diferenciar entre la dirección política de los cuerpos de seguridad y la dirección operativa. El fiscal va a tener que poner mucho más empeño si no quiere, al final, parecer un muñeco en manos de las toneladas de recortes de prensa sobre los que se han construido las acusaciones. Antes del juicio hubieran tenido que reflexionar sobre ello: una cosa son titulares y otra son los hechos.

Junqueras, fiel a su manera de ser y a su oratoria de púlpito eclesial, hizo una argumentación más política, menos centrada en los hechos. No faltó la llamada al amor que siempre le acompaña. Al no contestar a la Fiscalía ni a la Abogacía del Estado no pudo recrearse tanto como Forn en desmontar las acusaciones. Pero el 'exvicepresident' estuvo en su sitio y se explicó con claridad, reafirmando su convicción de sentirse un preso político.

Van a tenerlo difícil los que quieran mantener en pie acusaciones tan graves sin obligar a cualquiera con ojos en la cara a ruborizarse. La exageración y la sobreactuación, la voluntad de escarmentar en lugar de impartir justicia, la construcción de sumarios en base a recortes de prensa sin tener en cuenta los hechos han convertido las acusaciones en una mascarada, en un esperpento, en un rey que, como el del cuento, pasea en pelota picada.

Todo el mundo sabe, ellos también, que los acusados desobedecieron y que la estrategia que se siguió con el referéndum y la cutredeclaración de independencia era un órdago que acabaría sentándolos ante la justicia. Pero, claro, una cosa es acabar ante la justicia y otra ante la Inquisición. Igual que una cosa era anular un referéndum y otra partir la cara de los ciudadanos.